domingo, 20 de febrero de 2011

Ana Obregón, la vocación desaforada




LAS JÓVENES ACTRICES


Los Domingos de Abc, 6 de Marzo de 1983

Ignacio Ruiz Quintano

Tras las menegildas, las contestatarias, las "hippies" y las contraculturales, anda una nueva raza de señoritas bien metidas a actrices entre sentimentales y melancólicas que habitan el revoltoso reino de las cabecitas locas, más pendientes de la vida que de los hombres. "Hay que ser un idiota completo para vivir pendiente exclusivamente de las mujeres", decía Paulino Uzcudun, y con ese alegato filosófico el legendario morrosko vascongado conquistó el mundo. Nueva York, "la ciudad menos parecida a Madrid que más se parece a Madrid". Y en esa aventura está Ana Obregón, que arrojó por la borda el lastre del García para poder medir en brazas el Atlántico y poner asedio al listín telefónico de los cineastas norteamericanos.

En Madrid, Ana vive lo que se dice bien instalada y por encima de todas las chimeneas -"la más elevada categoría de la ciudad"-, chupones de la luz y del "smog", adonde, según amanece, acuden a posarse grajillas y arrendajos, entre la bruma de humos de dudosa procedencia y los espectros de los fumistas desaparecidos bajo las tejas de esos mismos tejados donde dicen que el estudiante don Cleofás encontró la buhardilla de un astrólogo que guardaba al diablo Cojuelo metido en una redoma d vidrio.

La casa tiene la protección de un montón de seres imaginarios de porcelana y también la de los espíritus benéficos de algunos cientos de libros de aventuras y otros cuentos, que comparten el polvo con las colecciones de insectos, fósiles y osarios de los tiempos en que Ana ataba cabos de estudiante en la Facultad de Biología. "¿Ves? -dice-, ahí tengo un lucanus cornus, un escarabajo cornudo, que es mi preferido y me da mucha risa cuando lo veo, porque me lo trajeron de Suráfrica y yo lo puse en la colección que debía entregar al fin de la carrera, y me acuerdo de que al entregarlo lo revolucioné todo, y los expertos se volvían locos, porque los bichos teníamos que cogerlos nosotros, y yo decía que lo había cogido en Madrid..."

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