Ricardo Bada
Mi esposa es una persona muy singular y cuya polifacética actividad me sorprende casi desde que nos conocimos.
Hasta hace muy poco, además de como abuela, esposa y madre –doy fe de que en este orden–, se desempeñaba, que yo sepa, por lo menos en cuatro actividades más: al frente de un grupo muy activo de amnistía internacional, siendo miembro de otro dedicado a la ecología, y de un tercero afanado en la tarea que se conoce como pachtwork o bien cosido de retazos –que parece ser toda una ciencia–; y finalmente ocupaba y todavía ocupa las mañanas de los martes con un cuarto grupo donde se practican la gimnasia corporal, la euritmia y hasta una de esas artes filosófico-esotérico-boxísticas (boxeando contra la propia sombra) que nos llegaron del Lejanísimo Oriente y que se llama tai chi.
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