Ricardo Bada
El Espectador
Como todos sabemos, existen muchas pruebas nada científicas de la teoría de la relatividad.
Una de ellas la apunté en mi Cuaderno de Bitácora, el diario de navegación que llevé durante los 22 días que duró mi viaje en un barco carguero de contenedores, desde un puerto alemán hasta el de Buenos Aires, a fines del año 2001. En ese Cuaderno, con fecha 15 de diciembre, escribí lo siguiente:
«Estamos habituados a ver las ballenas, los cachalotes, los narvales, en películas documentales de TV o en filmes como Moby Dick, y en verdad que son enormes, tal vez los mayores animales de la Creación. Nos dejan con el ánimo en suspenso. Ahora bien, hoy le he preguntado al capitán que cuál es la distancia [desde nuestro barco] al confín del horizonte, y me ha respondido que aproximadamente 15 millas marinas. Esto quiere decir que nuestro barco configura el centro de una circunferencia ambulante de aproximadamente unos 55 kilómetros de diámetro. Y aquí viene ahora mi argumento en favor de la teoría de la relatividad. Si en esa circunferencia apareciese la más grande de todas las ballenas que haya visto a lo largo de mi larga vida de cinéfilo y la más corta de televidente, en verdad en verdad os digo que me parecería algo así como una sardina. Pero en realidad creo (debo ser sincero) que este argumento se me ha ocurrido de la pura rabia y la no poca frustración por no haber visto ni un mísero delfín en quince días de navegación».
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