Abc, 9 de Septiembre de 1987
Es gangoso en el hablar, diestro en el alumbrar, zurdo en el obrar moviendo el títere bajo las sábanas, y dicen que no le ladran los perros. De aprendiz atacaba a los novios, pero ahora sólo codicia a los casados. Cuando opera -casualmente, en barrios socialistas-, oculta su rostro con un pasamontañas, pero quienes han podido verlo aseguran que es un hombre de unos veinticinco o treinta años y ciento sesenta y tantos centímetros de estatura, vestido de negro riguroso y peinado a la siciliana. Aparece al caer la noche y, aunque actúa como el diablo Cojuelo, levantando los techos, no anda a la coxcojita. Al contrario. Todos los testigos afirman que tiene propiedades de funámbulo, por sus prodigiosos saltos y su velocidad endiablada a través de los tejados. "Alas y velas tiene", declar una mujer que a punto estuvo de cogerlo en el garlito.
(click y click)
Es gangoso en el hablar, diestro en el alumbrar, zurdo en el obrar moviendo el títere bajo las sábanas, y dicen que no le ladran los perros. De aprendiz atacaba a los novios, pero ahora sólo codicia a los casados. Cuando opera -casualmente, en barrios socialistas-, oculta su rostro con un pasamontañas, pero quienes han podido verlo aseguran que es un hombre de unos veinticinco o treinta años y ciento sesenta y tantos centímetros de estatura, vestido de negro riguroso y peinado a la siciliana. Aparece al caer la noche y, aunque actúa como el diablo Cojuelo, levantando los techos, no anda a la coxcojita. Al contrario. Todos los testigos afirman que tiene propiedades de funámbulo, por sus prodigiosos saltos y su velocidad endiablada a través de los tejados. "Alas y velas tiene", declar una mujer que a punto estuvo de cogerlo en el garlito.
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