José Ramón Márquez
Esto del cine se entiende muy fácilmente. Ahora mismo acaba de empezar la famosa Berlinale ésa que decía siempre el crítico Gasset Dubois hasta que le aplicaron el ERE, al hombre. Bien, pues para hacer la prueba del latazo cinero nos vamos raudos a internet para buscar la sinopsis de tres películas españolas que acuden a diversas secciones no competitivas del festival y, por comparar, también de una norteamericana.
Ahí van las reseñas de estos hechos fílmicos tal y como las reflejan en el portal Filmaffinity:
-La de “Escuchando al Juez Garzón”, tema apasionante abordado por una señora que se llama Isabel Coixet con la ayuda de un escritor o poeta llamado Manuel Rivas, es ésta: “Documental que resume una amplia entrevista al ex juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón realizada por el escritor Manuel Rivas”
-La de “También la lluvia”, de la pizpireta Icíar Bollaín, es ésta: “Sebastián (Gael Garcia Bernal) y Costa (Luis Tosar) se han propuesto hacer una película sobre Cristóbal Colón y el descubrimiento de América. Mientras que Sebastián, el director, pretende desmitificar al personaje presentándolo como un hombre ambicioso y sin escrúpulos, a Costa, el productor, sólo le importa ajustar la película al modesto presupuesto del que disponen; precisamente por eso elige Bolivia, por ser uno de los países más baratos y con mayor población indígena de Hispanoamérica. La película se rueda en Cochabamba, donde la privatización y venta del agua a una multinacional siembra entre la población un malestar tal que hará estallar la tristemente famosa Guerra Boliviana del Agua (abril del año 2000). Quinientos años después del descubrimiento de América, palos y piedras se enfrentan de nuevo al acero y la pólvora de un ejército moderno. Pero esta vez no se lucha por el oro, sino por el más imprescindible de los elementos vitales: el agua”.
-La de “Amador”, del circunspecto León de Aranoa, es ésta: “Marcela es una mujer joven en apuros económicos que cuida durante el verano de Amador, un señor mayor postrado en cama, en ausencia de su familia. Los dos ocultan algo que nadie sabe de ellos. Dos desconocidos, Marcela y Amador, no tardan en confiarse sus respectivos secretos. Un suceso inesperado dejará luego a la chica enfrentada a un difícil dilema moral. Pero Amador y Marcela han alcanzado ya, sin saberlo, un acuerdo. Al cumplirlo van a demostrar que la muerte no siempre es capaz de detener la vida”.
Pondremos aquí como contrapunto la sinopsis de un filme norteamericano que también va fuera de concurso. Se trata de ‘Valor de ley’, que es la revisión de una película de los años 60, de la época en la que las películas del Oeste, a las que la cursilería rampante hoy denomina ‘westerns’, eran las reinas de las pantallas: “Cuando el padre de la niña de catorce años Mattie Ross (Hailee Steinfeld) es asesinado a sangre fría por el cobarde Tom Chaney (Josh Brolin), ella decide hacer justicia. Busca la ayuda del veterano sheriff Rooster Cogburn (Jeff Bridges), un borracho de gatillo fácil, y se marcha con él -a pesar de su reticencia- para atrapar a Chaney. Ambos perseguirán al criminal hasta territorio indio, para encontrarle antes de que un Ranger de Texas llamado LaBoeuf le atrape y lo lleve de vuelta a Texas por haber asesinado a otro hombre... Nueva adaptación de la novela de Charles Portis, que ya había llevado al cine Henry Hathaway (True Grit, 1969) con John Wayne como protagonista”
Pues incluso aunque ahora las de indios no estén de moda, yo digo que no hay fuerza de la naturaleza que a mí me lleve ni a ir a una sala de cine pagando, ni mucho menos a perder diez segundos de mi ADSL, para entregárselos a Coixet ni a Bollaín ni a Aranoa, que no dudo que serán de lo mejorcito en la cosa del cine, que hay que ver las cosas que se escriben por ahí de ellos, pero por la parte que me toca que no tiemblen ni teman porque les juro que sus hechos fílmicos jamás van a ser pirateados desde mi hogar. Me importa un bledo lo que Garzón le diga a Rivas, lo que les ocurra a los nobles indígenas de Cochabamba, pastoreados por el paternalismo buenista, ni los devaneos de Marcela y Amador.
La pasta de mi declaración del IRPF que le haya correspondido a cada cual de ellos en concepto de merecida subvención, la entrego gustoso a fondo perdido para que puedan seguir expresándose y haciendo obras tan imprescindibles, porque yo, alienado como estoy por la nauseabunda industria norteamericana del cine, me quedo con los indios, sioux o comanches a ser posible, con un pistolero de mano rápida y con una venganza como debe ser. Asumo el mecenazgo al que el Estado me obliga, pero que lo pague no quiere decir que me guste ni que me interese. No sé por qué no se me va de la cabeza lo de Antonio Olano: “Cine español, toreros norteamericanos... ¡qué tontería!”
Esto del cine se entiende muy fácilmente. Ahora mismo acaba de empezar la famosa Berlinale ésa que decía siempre el crítico Gasset Dubois hasta que le aplicaron el ERE, al hombre. Bien, pues para hacer la prueba del latazo cinero nos vamos raudos a internet para buscar la sinopsis de tres películas españolas que acuden a diversas secciones no competitivas del festival y, por comparar, también de una norteamericana.
Ahí van las reseñas de estos hechos fílmicos tal y como las reflejan en el portal Filmaffinity:
-La de “Escuchando al Juez Garzón”, tema apasionante abordado por una señora que se llama Isabel Coixet con la ayuda de un escritor o poeta llamado Manuel Rivas, es ésta: “Documental que resume una amplia entrevista al ex juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón realizada por el escritor Manuel Rivas”
-La de “También la lluvia”, de la pizpireta Icíar Bollaín, es ésta: “Sebastián (Gael Garcia Bernal) y Costa (Luis Tosar) se han propuesto hacer una película sobre Cristóbal Colón y el descubrimiento de América. Mientras que Sebastián, el director, pretende desmitificar al personaje presentándolo como un hombre ambicioso y sin escrúpulos, a Costa, el productor, sólo le importa ajustar la película al modesto presupuesto del que disponen; precisamente por eso elige Bolivia, por ser uno de los países más baratos y con mayor población indígena de Hispanoamérica. La película se rueda en Cochabamba, donde la privatización y venta del agua a una multinacional siembra entre la población un malestar tal que hará estallar la tristemente famosa Guerra Boliviana del Agua (abril del año 2000). Quinientos años después del descubrimiento de América, palos y piedras se enfrentan de nuevo al acero y la pólvora de un ejército moderno. Pero esta vez no se lucha por el oro, sino por el más imprescindible de los elementos vitales: el agua”.
-La de “Amador”, del circunspecto León de Aranoa, es ésta: “Marcela es una mujer joven en apuros económicos que cuida durante el verano de Amador, un señor mayor postrado en cama, en ausencia de su familia. Los dos ocultan algo que nadie sabe de ellos. Dos desconocidos, Marcela y Amador, no tardan en confiarse sus respectivos secretos. Un suceso inesperado dejará luego a la chica enfrentada a un difícil dilema moral. Pero Amador y Marcela han alcanzado ya, sin saberlo, un acuerdo. Al cumplirlo van a demostrar que la muerte no siempre es capaz de detener la vida”.
Pondremos aquí como contrapunto la sinopsis de un filme norteamericano que también va fuera de concurso. Se trata de ‘Valor de ley’, que es la revisión de una película de los años 60, de la época en la que las películas del Oeste, a las que la cursilería rampante hoy denomina ‘westerns’, eran las reinas de las pantallas: “Cuando el padre de la niña de catorce años Mattie Ross (Hailee Steinfeld) es asesinado a sangre fría por el cobarde Tom Chaney (Josh Brolin), ella decide hacer justicia. Busca la ayuda del veterano sheriff Rooster Cogburn (Jeff Bridges), un borracho de gatillo fácil, y se marcha con él -a pesar de su reticencia- para atrapar a Chaney. Ambos perseguirán al criminal hasta territorio indio, para encontrarle antes de que un Ranger de Texas llamado LaBoeuf le atrape y lo lleve de vuelta a Texas por haber asesinado a otro hombre... Nueva adaptación de la novela de Charles Portis, que ya había llevado al cine Henry Hathaway (True Grit, 1969) con John Wayne como protagonista”
Pues incluso aunque ahora las de indios no estén de moda, yo digo que no hay fuerza de la naturaleza que a mí me lleve ni a ir a una sala de cine pagando, ni mucho menos a perder diez segundos de mi ADSL, para entregárselos a Coixet ni a Bollaín ni a Aranoa, que no dudo que serán de lo mejorcito en la cosa del cine, que hay que ver las cosas que se escriben por ahí de ellos, pero por la parte que me toca que no tiemblen ni teman porque les juro que sus hechos fílmicos jamás van a ser pirateados desde mi hogar. Me importa un bledo lo que Garzón le diga a Rivas, lo que les ocurra a los nobles indígenas de Cochabamba, pastoreados por el paternalismo buenista, ni los devaneos de Marcela y Amador.
La pasta de mi declaración del IRPF que le haya correspondido a cada cual de ellos en concepto de merecida subvención, la entrego gustoso a fondo perdido para que puedan seguir expresándose y haciendo obras tan imprescindibles, porque yo, alienado como estoy por la nauseabunda industria norteamericana del cine, me quedo con los indios, sioux o comanches a ser posible, con un pistolero de mano rápida y con una venganza como debe ser. Asumo el mecenazgo al que el Estado me obliga, pero que lo pague no quiere decir que me guste ni que me interese. No sé por qué no se me va de la cabeza lo de Antonio Olano: “Cine español, toreros norteamericanos... ¡qué tontería!”