Francisco Javier Gómez Izquierdo
En los tiempos en que las madres aún parían en los pueblos –años 60-, Gamonal aún no era Burgos y el Polo de Promoción fue necesitando bloques de a más de diez pisos de altura para dar casa a pastores y agricultores que se colocaban en la Firestone, la Ferroli o Nicolás Correa. Mi bloque fue uno de los primeros y desde mi ventana se veía la Cartuja de Miraflores como féretro mecido por gigantes verdes. Aquellos aldeanos trabajaron generosamente para que sus hijos tuvieran carrera y ciertos principios. Cuando llegaba el 17 de enero, justo enfrente de la iglesia de Gamonal, todos los pueblos de Burgos celebrábamos a San Antón.
En los tiempos en que las madres aún parían en los pueblos –años 60-, Gamonal aún no era Burgos y el Polo de Promoción fue necesitando bloques de a más de diez pisos de altura para dar casa a pastores y agricultores que se colocaban en la Firestone, la Ferroli o Nicolás Correa. Mi bloque fue uno de los primeros y desde mi ventana se veía la Cartuja de Miraflores como féretro mecido por gigantes verdes. Aquellos aldeanos trabajaron generosamente para que sus hijos tuvieran carrera y ciertos principios. Cuando llegaba el 17 de enero, justo enfrente de la iglesia de Gamonal, todos los pueblos de Burgos celebrábamos a San Antón.
Allí, en lo que hoy es un solar objeto de especulación, cocineros especializados por la costumbre preparaban y preparan un guiso singular: los titos de San Antón.
El tito gamonalino* es legumbre entre lenteja y garbanzo y en La Mancha lo muelen para hacer gachas. En la posguerra era harina para calmar el hambre y tengo leído que el abuso de dicha harina producía una especie de “paralís” en las extremidades a la que se llama latirismo.
Nuestras madres nos daban una cazuela, y hacíamos cola ante grandes perolas de las que se utilizaban para hacer morcillas para que uno de los mozos nos la llenara sin tacañería.
Con los años, se ve que la ceremonia guisandera se ha ido civilizando y ya los cerdos que se sortean no están sueltos y los grandes calderos de cobre han sido sustituidos por perolones de serie.
En mi casa se mantiene la tradición, como podéis ver en las fotos que acaban de mandar a mi correo y como me consta que Don Ignacio también recuerda dónde se hacía la hoguera y el bigotón de aquel “Mozo Mayor” de la Cofradía, no está de más que homenajeemos a los que mantienen una tradición que gozamos a 200 metros de nuestras casa: en el cruce de la carretera de Villímar, otro pueblo que también es ya barrio de Burgos.
Nota: Tito es lo mismo que almorta.
En mi casa se mantiene la tradición, como podéis ver en las fotos que acaban de mandar a mi correo y como me consta que Don Ignacio también recuerda dónde se hacía la hoguera y el bigotón de aquel “Mozo Mayor” de la Cofradía, no está de más que homenajeemos a los que mantienen una tradición que gozamos a 200 metros de nuestras casa: en el cruce de la carretera de Villímar, otro pueblo que también es ya barrio de Burgos.
Nota: Tito es lo mismo que almorta.