Cayetano, El Cid, Ponce, Perera, Talavante, Morante y Julián
disfrazados de pijos de la Residencia de Estudiantes
(Imagen de Mundotoro)
disfrazados de pijos de la Residencia de Estudiantes
(Imagen de Mundotoro)
Antonio Burgos
Abc de Sevilla
En algo tan torero como un cochecuadrillas, la cabeza del escalafón de los matadores, siete figuras, siete, llegó a la Plaza del Rey: Cayetano, El Cid, Ponce, Perera, Talavante, Morante y El Juli. Cartel de lujo. No iban acompañados por «sus correspondientes cuadrillas de picadores y banderilleros», como rezaba la antigua cartelería. Tampoco por sus mozospás. Iban con su abogado, Javier Araúz de Robles. Ya se sabe: los abogados forman ya parte de las cuadrillas. Estos mozospás jurídicos no llevan en el esportón los capotes y las muletas, la toalla de hotel y el vasito de plata para el buchito del miedo. Llevan en el esportón el Aranzadi, con los 17 reglamentos, 17, por los que ha de regirse la actuación de sus maestros, según en qué autonomía toreen.
La Plaza del Rey, he dicho. ¿Llegaba ese cartel del grupo especial a Ronda, la plaza donde un día se retrató Don Juan III y en la foto hasta sonaba la Marcha Real? No, el paseíllo de lujo no llegaba a la Plaza del Rey de Ronda, la de los toreros machos. ¿Acaso a la Plaza del Rey de Sevilla, propiedad de la Real Maestranza de la que S.M. es hermano mayor? Tampoco. La Plaza del Rey donde echaban pie a tierra los toreros desde el cochecuadrillas, se liaban en el traje de Fernando Ávila y hacían el paseíllo vestidos de señores (y alguno de telamare) era la de Madrid. No Las Ventas, sino la Plaza del Rey del callejero madrileño, por allí por la calle Barquillo, donde está la Casa de las Siete Chimeneas, sede del Ministerio de Cultura.
Los toreros iban a pedirle a la ministra que pase los toros a Cultura. Ojú. No sé cómo le pedían ese pase a la ministra, si la ministra no tiene un pase. De momento no se dignó retratarse con ellos, por el qué dirán en Cataluña y porque ella es una progre revenía. La ministra que no tiene un pase recibió a los toreros como dándole vergüenza. Con lo que le gusta un telediario a estas señoritas pepis del Gobierno, los recibió a cencerros tapados. ¿Qué van a decir los antitaurinos si la ministra se retrata con los toreros que van a pedirle el pase de la Fiesta a Cultura?
A Cultura. Ojú. ¿Qué queréis, figuras, darle verduguillo a una Fiesta que tiene media en las agujas? En mal sitio fueron a poner la era los toreros. La ministra de Cultura manda en el toreo menos que Abelardo en la plaza de Sevilla. Si los toreros quieren que la Fiesta pase a Cultura, de momento tienen que ir, uno por uno, a ver a los presidentes de las 17 autonomías, 17, que son las que tienen transferida esa competencia. Y a los hechos ocurridos en Cataluña me remito. Los toros no se han prohibido en Cataluña desde la Plaza del Rey ni desde el Gobierno de Madrid, sino desde la Generalidad.
Los toros en Cultura...Ojú. Si dependiendo del Ministerio de Interior, con siete mil delegados gubernativos, con la Guardia Civil en los reconocimientos del campo, con un policía en el palco y tres mil en el callejón, los taurinos sinvergonzones que se están cargando la Fiesta nos meten las bacalás que meten y hacen encajes de bolillos, ¿se imaginan ustedes el toreo en manos del cuerpo de directores de museos o de los técnicos en archivos y bibliotecas y ese ganado del taurineo campando por sus respetos? Los sinvergozones del toreo, que ahora hacen lo que hacen con la Policía en los talones, se los pasarían de pitón a pitón.
Señores figuras del toreo: mejor que pasar la Fiesta a Cultura hay que echar del toreo a todos los sinvergonzones que tiene dentro, y si quieren doy nombres, hacer una limpia, empezando por Jerez y terminando en Bilbao. Que son los verdaderos enemigos de la Fiesta, los que se la están cargando más que los antitaurinos.