DECADENCIA
Enumerados por su hija Adela, que escribió su deliciosa biografía, los grandes placeres de Emilio Fernández, el Indio, son las cosas pequeñas: saborear chochitos anisados y chocolates de menta; mirar en los caleidoscopios; ver el vuelo de las aves y los movimientos de los peces en el agua; el olor de la hojarasca quemada y el de la tierra húmeda por el rocío, el riego o los chubascos; los truenos y los relámpagos en las noches de tormenta; los fuegos fatuos causados por el fósforo en la selva y que tanto asustan a los campesinos que los ven como espíritus malignos; los tronaderos de Judas durante el Sábado de Gloria; la chía creciendo en las macetitas zoomorfas de barro; los cántaros llenos de agua; los puestos de flores y verduras; los titiriteros; los niños con sus calaveras de chilacayote o de carizos y papel de la China; los globeros y los pajaritos adivinadores de la buena suerte; los cielos estrellados y las lunas llenas; el mar golpeando los acantilados; las letanías en los velorios y las mujeres desmayadas.
Día de perros en Madrid. (Los andaluces dirían que un día para coger la escopeta y el perro y meterse con el perro en la cama.) ¿Hojarasca húmeda? ¿Mujeres desmayadas? En Madrid, por las obras, la lluvia es barro. Y lo más parecido a una mujer desmayada es una de las vicepresidentas del Gobierno, vaya usted a saber cuál.
Enumerados por su hija Adela, que escribió su deliciosa biografía, los grandes placeres de Emilio Fernández, el Indio, son las cosas pequeñas: saborear chochitos anisados y chocolates de menta; mirar en los caleidoscopios; ver el vuelo de las aves y los movimientos de los peces en el agua; el olor de la hojarasca quemada y el de la tierra húmeda por el rocío, el riego o los chubascos; los truenos y los relámpagos en las noches de tormenta; los fuegos fatuos causados por el fósforo en la selva y que tanto asustan a los campesinos que los ven como espíritus malignos; los tronaderos de Judas durante el Sábado de Gloria; la chía creciendo en las macetitas zoomorfas de barro; los cántaros llenos de agua; los puestos de flores y verduras; los titiriteros; los niños con sus calaveras de chilacayote o de carizos y papel de la China; los globeros y los pajaritos adivinadores de la buena suerte; los cielos estrellados y las lunas llenas; el mar golpeando los acantilados; las letanías en los velorios y las mujeres desmayadas.
Día de perros en Madrid. (Los andaluces dirían que un día para coger la escopeta y el perro y meterse con el perro en la cama.) ¿Hojarasca húmeda? ¿Mujeres desmayadas? En Madrid, por las obras, la lluvia es barro. Y lo más parecido a una mujer desmayada es una de las vicepresidentas del Gobierno, vaya usted a saber cuál.
Ignacio Ruiz Quintano