Mi boticaria ha colgado en la puerta de su farmacia el cartel de "Hay mascarillas", lo cual, en lunes y de mañana, me ha llevado a un título de Peter Sloterdijk: Temblores de aire. En las fuentes del terror, que arranca con una cita de Hermann Broch en La muerte de Virgilio: "Sin aliento por la tensa atención, sin aliento por la opresión en la irrespirable opalescencia de la noche..." Algo de esto debe de olerse Trini, la ministra, cuando por nada del mundo se deja vacunar.
El siglo XX, nos recuerda Sloterdijk, pasará a la memoria histórica como la época cuya idea decisiva de la guerra ya no es apuntar al cuerpo del enemigo, sino a su medio ambiente: he aquí el pensamiento fundamental del terror en un sentido explícito. Su principio básico ya fue proféticamente anunciado por Shakespeare en boca de Shylock: "Me arrebatáis la vida cuando me arrebatáis los medios que me permiten vivir."
Sloterdijk, que sitúa el momento inaugural del modelo atmoterrorista a las 18,00 horas del 22 de abril de 1915, en una situación de viento norte-nordeste, cuando el ejército alemán lanzó el gas clórico contra la infantería franco-canadiense en la batalla de Yprés, concluye con unas palabras terroríficas de Duchamp en Nueva York:
-El arte fue un sueño que ha pasado a convertirse en innecesario. El tiempo pasa sin más, pero no sabría cómo explicar lo que hago. Soy un respirador.
Ignacio Ruiz Quintano