EL POBRE EULALIO
José Ramón Márquez
Trescientas adhesiones ha conseguido Don Bull para la charlotada de Las Vegas. Los mismos de las Termópilas fueron a Las Vegas, Nevada, para ver a El Zotoluco, a Alfredo Ríos "El Conde" y a Julio Benítez "El Cordobés", que se prestaron a participar en aquella deplorable iniciativa en la que, para redondear el circo, los tres actores fueron sacados a hombros.
En cierta ocasión, el gran aficionado mexicano M., hablando de Zotoluco me dijo: ‘Bueno, ¿y cómo es que de tantos toreros buenos como tenemos acá, tuvo usted que irse a fijar en el pobre Eulalio?’. ‘Al menos mata’, le respondí. ‘Sí, al menos eso no se puede negar’ dijo el mexicano.
Pues aquí tenemos al pobre Eulalio haciendo el ridículo por un puñado de dólares y sin poder mostrar lo que mejor sabe hacer, que es matar. Eulalio con su espadita de madera, Eulalio con su espadita de aluminio y usando una banderilla con punta de velcro para simular lo único que se le da bien.
Una mañana, a la hora en que las gentes van a sus trabajos, salía Eulalio de un cierto local nocturno de la calle del Doctor Esquerdo acompañado de unos compatriotas y partidarios, con sus copas y sus risas. El aficionado J. se da de bruces con la cuadrilla y reconoce al matador. Le dice: ‘¡Hombre, Maestro, buenos días!’ Y entonces dice alguno de los acompañantes: ‘¡Anda! ¡Le conosen, en España le conosen!’
Y ahora, cuando Eulalio salga del Dunes, del Deset Inn, del Las Vegas Hilton Casino, del Golden Nugget, del Venetian Resort., Eulalio anónimo en Las Vegas con su espadita de cartón, con su espadita de plástico, con su velcro en la punta de la banderilla, quizás piense: ‘Bueno, vine por la plata, que buena falta me hace’
En cierta ocasión, el gran aficionado mexicano M., hablando de Zotoluco me dijo: ‘Bueno, ¿y cómo es que de tantos toreros buenos como tenemos acá, tuvo usted que irse a fijar en el pobre Eulalio?’. ‘Al menos mata’, le respondí. ‘Sí, al menos eso no se puede negar’ dijo el mexicano.
Pues aquí tenemos al pobre Eulalio haciendo el ridículo por un puñado de dólares y sin poder mostrar lo que mejor sabe hacer, que es matar. Eulalio con su espadita de madera, Eulalio con su espadita de aluminio y usando una banderilla con punta de velcro para simular lo único que se le da bien.
Una mañana, a la hora en que las gentes van a sus trabajos, salía Eulalio de un cierto local nocturno de la calle del Doctor Esquerdo acompañado de unos compatriotas y partidarios, con sus copas y sus risas. El aficionado J. se da de bruces con la cuadrilla y reconoce al matador. Le dice: ‘¡Hombre, Maestro, buenos días!’ Y entonces dice alguno de los acompañantes: ‘¡Anda! ¡Le conosen, en España le conosen!’
Y ahora, cuando Eulalio salga del Dunes, del Deset Inn, del Las Vegas Hilton Casino, del Golden Nugget, del Venetian Resort., Eulalio anónimo en Las Vegas con su espadita de cartón, con su espadita de plástico, con su velcro en la punta de la banderilla, quizás piense: ‘Bueno, vine por la plata, que buena falta me hace’
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Unos días después, Enrique Ponce pasará el control de inmigración en el Mc Carran International Airport. ¿Qué pensará?