Lenin español
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El Régimen español, “el mejor de nuestra historia”, en dicho liberalio, se codea en desempleo juvenil con Palestina, según tiene contado aquí Hughes, y cuando el futuro se pone así, a los jóvenes sólo les queda Londres, y a los viejos, la eutanasia, ese escotillón de la muerte con que la izquierda fabril y el centro manufacturero completan el círculo del Régimen.
–El PC portugués votó en contra de la ley de eutanasia porque, si no se aseguraba la existencia de cuidados paliativos y asistencia social a TODOS los enfermos, esa ley sería una “máquina de matar pobres” –tuiteó el otro día un amigo médico con muchos años en Portugal–. Ser comunista no es decir que lo eres.
Aquí, en sus memorias, el propio “Lenin español” afeó al nacionalsocialismo que diera más importancia a las cosas que a los hombres, “un obstáculo para su prosperidad material cuando estaban viejos e inútiles para el trabajo y debían desaparecer”.
–Eso, aunque se tengan muchos museos y bibliotecas, es de salvajes –resume el “viejo e inútil” líder obrero.
Pasamos, pues, de oír los tres golpes que da la vara de San José en la puerta de los agonizantes a las tres vocecillas que Edmundo Bal, ese arquetipo, pega en la oreja de los desahuciados, pillados entre la espada Pfizer de “la Coviz” y el escotillón Edmundo de la eutanasia, a cuyos diputados también se los podrá llamar “patriciado del cadalso”, como a los que despacharon la eutanasia de Luis XVI (todos los farsantes que habían votado llamar rapto a la fuga regia). Barras, jefe del Régimen que inventó la corrupción moderna, “ésa que con tanto trabajo nos dimos todos”, explicaría luego el estado de ánimo que hoy embargará a los Bal:
–Ya no éramos nosotros los dueños de los acontecimientos. Tuvimos que ser temerarios, como mandaba la Revolución. Con todo, creo que me equivoqué.
La City no la hemos traído, pero de la muerte hablamos ya como en el Londres de Santayana, “casi alegremente, como si se tratara de una excursión a Brighton”.
[Jueves, 17 de Diciembre]