Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El icono navideño de España en 2020 no es un niño en un pesebre, sino un perrillo en brazos del vicepresidente comunista del gobierno, el lobete defensor de los cánidos.
–Lupus Homini Canis!
Nuestro “periodo constituyente”, como dice ese ministro de Justicia que se parece a Arévalo, iría del “Homo Homini Deus” al “Lupus Homini Canis”.
Para una Navidad confinada recomiendo a las almas sensibles la lectura del “Mumú” de Iván Turguénev, y a las almas “prêt-à-porter”, el Konrad Lorenz de “Cuando el hombre encontró al perro”.
La “insultante conversión del lobo en semoviente instrumental del hombre” la justificaba el profesor Ramiro Rico, maravillosa relectura navideña, con los tres menesteres (“a más de suplir y aún suplantar los afectos humanos”, que hasta Bismarck se reprochaba el cariño que tenía a “Tyras”, su dogo alemán) en que los perros han servido al hombre, ganadero, cinegético y bélico, poniendo por delante a “Becerrillo”, el perro de Cortés en la campaña de México. Hay un cuarto menester, el político, encarnado por el célebre perro “Paco”, acogido al pupilaje de don Gonzalo de Saavedra y Cueto, marqués de Bogaraya, que un día se presentó (el perro, no el marqués) en el Congreso de la Carrera de San Jerónimo. “¿Por qué distrito viene?”, preguntó un diputado. “Por la tajada”, contestó otro diputado.
Mas la expresión cánida de la política la extrae nuestro profesor de la “República” de Platón, a propósito de la flexible condición del perro, amistoso para el conocido, fiero para el extraño.
–Este pasaje sugiere que la teoría de lo político de Carl Schmitt tiene bastante de canina.
Es la distinción fundamental en política, la distinción entre amigo y enemigo. Un hombre con poder es un lobo para los hombres sin poder. “Quien carece de poder se siente como la oveja hasta que a su vez llega a la situación de tener poder y entonces asume el papel de lobo”.
¿Necesita un comunista cambiar de pelaje para aventajar ladinamente en lupinidad al lobo más castizo?
[Jueves, 24 de Diciembre]