Buenos días, Sr. Ruiz-Quintano:
Mi nombre es Adrián Romero Jurado, estudiante de Comunicación en la Universidad Loyola Andalucía. Hace un par de semanas se me encomendó la labor de realizar un reportaje conmemorativo a David Gistau, hombre de acción que admiro desde hace años. Un reportero y cronista que servía a lo actual, responsable de contar la realidad y que incluso ayudó a descubrir en su momento, y de su mano, ese «madridismo escondido» que solo unos pocos sabían cómo plasmarlo. Aunque llegué tarde a conocerle, lo que he comprendido de él ha quedado patente por ese goteo de ideas y conclusiones que desprendía su periodismo y por cómo lo recuerdan sus amigos.
Aconsejado por mi profesor Fernando Iwasaki, decidí contactarle para invitarle a participar en la redacción del reportaje que estoy llevando a cabo junto a mi compañera de carrera Lucía Ruiz Guzmán, camarada de colaboraciones. Para nosotros, poder contar con el testimonio de aquel que un día el mismo David calificó como «el mejor columnista de España» sería todo un honor. Somos conscientes de su apretada agenda, y por ello le reservamos el derecho de participar, así como el de responder a nuestras preguntas en caso de acceder al cuestionario vía correo. Sin embargo, no ocultamos en ningún caso lo agradecidos que estaríamos si pudiéramos tener sus palabras en vivo, fuera por llamada o videollamada, muy a pesar del compromiso que ello pueda acarrearle.
A la espera de una respuesta, quedo a su total disposición.
Muchas gracias y reciba un cordial saludo,
Adrián Romero Jurado
Los 90
CUESTIONARIO
· En DG dices que David Gistau fue, ante todo, un hombre de acción ¿Qué le reconocía como stuntman de pluma y libreta?
Escritor de acción, no de pensamiento. Su músculo literario estaba hecho para la acción. Pero cuando él llega al periodismo, resulta que en el periodismo la acción ya había acabado. Ya no había whiskey ni tabaco en las Redacciones.
· David Gistau ha inspirado a toda una generación de jóvenes periodistas, pero no solo por sus artículos periodísticos, también por su forma de ser ¿Cómo era David la primera vez que lo conociste y cuánto cambió —si es que cambió— la última vez que estuviste hablando con él?
De joven era ciclotímico, como su generación. Un día creía comerse el mundo y al siguiente creía que el mundo se lo comería a él. Lo traté mucho durante su matrimonio con Teresa, una bellísima nieta de Armando Bo, el Pigmalión de Isabel Sarli, mito erótico de Argentina. Esa etapa fue una montaña rusa. Después, con Romina, una mujer 10, halló la paz… y los hijos. ¡La felicidad! Formó una familia ejemplar que podía ser un póster de la América de los 50.
· David decía eso de que había columnas que le «daban gusto leerlas», citándole entre esos columnistas con los que disfrutaba leyendo ¿Hubo alguna columna de Gistau que te hizo sentir algo similar?
Se escribe para los amigos. Por lo que me tocaba, me emocionó mucho la columna que dedicó a mi hijo, músico, cuando el alcalde pepero de Getafe, Soler, que iba de transgresor por la vida política, censuró, ¡por el nombre!, un concierto del grupo anunciado en el pueblo, cuando el grupo acababa de ganar el concurso nacional de Emergenza para representar a España en Alemania.
·
Nos encontramos a mediados de los 90. Yo estaba en el paro, donde me había dejado la quiebra del Grupo 16, y él venía del pandillismo deportivo y trataba de encauzar su vida en el periodismo. Quien lo hizo periodista fue Benjamín Ojeda en la revista “Paisajes desde el tren”. David se fijó mucho en mi situación: yo había cumplido demasiado pronto con mis metas de periodista en la Facultad, que eran escribir en ABC y en Cambio16, y todo me había ido muy bien, pero de pronto, zas, en la calle y sin porvenir, porque el oficio ya había perdido el norte. Cuesta mucho empezar de cero a los cuarenta. Todas las cenas las echábamos en hablar de lo mismo. El folio no saca de pobre. Hay que completar con la tertulia. Pero la tertulia te quita vida para el folio, peaje que a David, que tenía personalidad y vocación principalmente literarias, le quemaba bastante.
· Nos hablas de ese silencio que en su día el Bernabéu le regaló a David Gistau en su despedida, pero en cambio David siempre tenía algo que contar. ¿Qué anécdotas de barra recuerdas a su lado?
David, de joven, quería ser Bonet, el central rubio del Madrid. Y al final, con su homenaje, en el Bernabéu llegó más lejos que Bonet. Por otro lado, David no era de barra (llega a Balmoral cuando ya habían encendido las luces); era de mesa. Nunca olvidaré una madrugada en Sevilla, después de una tarde de toros de José Tomás, con Peñuca de la Serna, viuda del crítico Vicente Zabala Portolés, y con David. De repente, con esa sensibilidad que sólo despiertan los toros, a los dos, de generaciones opuestas, les dio por hablar, como en sesión de ouija, de las trágicas muertes de sus padres cuando más a vida olía la primavera sevillana.
· ¿Cómo deberíamos recordar a David todos aquellos que lo leímos y admirábamos?
Como un compañero ideal en un oficio que carece de compañerismo, porque en él se juntan mucha vanidad y poco dinero. En eso se notaba que David pertenecía a una generación que todavía hizo la mili.
· Por último, dinos, Ignacio, ¿al final entendía Hemingway de toros?
No.
Muchas gracias por su tiempo.
El boxeo