viernes, 22 de febrero de 2019

«¿Y tú qué propones, compa?»

Hughes
Abc

Íñigo Errejón salía de un acto en Hortaleza al que acudió para ayudar a una asociación del barrio. A esto lo llaman «luchar», pero el asociacionismo no es mero altruismo, es una de las formas que tiene la izquierda de controlar el tejido social de los barrios.

Salía de allí Errejón y fue escracheado, es decir, le aplicaron lo que su examigo Pablo Iglesias llamó «el jarabe democrático de los de abajo», pues en estricta justicia poética siempre hay alguien más abajo y siempre hay alguien más de izquierdas. Así que Errejón topó con el Frente Obrero, de fuertes convicciones, un grupúsculo de esos que parecen creados solo para homenajear a los Monty Phyton cuando oponían al Frente Popular de Judea el Frente Judaico Popular. La izquierda se dice que es internacionalista, pero en realidad se desarrolla como el cigoto, dividiéndose. Tampoco es nacional, es más bien barrial.

Reprochaban estos jóvenes que la acción de Podemos haya quedado en «huertos urbanos y carriles bicis» -desconociendo aquello de que el socialismo vendrá, si viene, en bicicleta-. Se atrevían a decírselo a alguien que pretende transformar la realidad social de Madrid haciendo magdalenas con Carmena y por eso Errejón respondió con un «¿Y tú qué propones, compa?» en el que hablaba el socialista, hablaba el castizo y sobre todo hablaba el pijo. El «compa» de Errejón actualiza y a la vez destroza la antigua figura del compañero de viaje.

Siendo una anécdota, hay en el sucedido un reproche de oportunismo que sí da de lleno en lo que fue y es Podemos tras haber incumplido aquella norma de ejemplaridad gramsciana que obliga al líder izquierdista a vivir con la humildad de los débiles a los que aspira a proteger, sin mejorar su vida hasta que mejore la de ellos.

Pero la izquierda tiene dos problemas ahí. Uno es que sus líderes no esperan y montan casa en Galapagar. La otra es que está por ver que la izquierda haya subido el nivel de vida de alguien que no sea un líder, lo que recuerda el chiste que contaba William Buckley y que tan rápidamente nos lleva a Venezuela cerrando el círculo «errejónico» de las tres comidas: «¿Qué pasaría si los comunistas ocuparan el Sáhara? Nada durante 50 años. Luego habría una escasez de arena».