miércoles, 27 de febrero de 2019

Voto útil

El acorazado Potemkin


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

No ha comenzado la campaña de votaciones y la alcahuetería ya está pidiendo el “voto útil” en un sistema donde el voto, como sabemos por nuestro filósofo, está muy lejos, en cualquier caso, de ser decisivo.

Al elegir gobierno, igual que al escoger mujer, sólo están disponibles dos o tres candidatos, de modo que el modesto privilegio del votante es declarar con ilusión cuál quiere y, entonces, aguantarse con el que consigue.
Cuando los alcahuetes guían al votante hacia el “voto útil” le arrebatan la ilusión de la representación, ésa que al salir de votar le hace presumir de demócrata como Pilar Rahola presume de haber visto en ruso “El acorazado Potemkin”, que es muda. “Voto útil”: pasa del amor y cásate con la fea, que es rica.

La representación no interesa a los propietarios del sistema, que son los partidos, y carece de tradición en Europa. Históricamente, entre los europeos la representación perdió su “honra” en la patria de Manolo Valls (“yo soy patriota francés”): primero, cuando el abate Sieyes se cargó para sus tejemanejes el mandato imperativo, y luego, cuando la Asamblea pactó la ficción del rapto del rey, pues todo el mundo sabía que había huido para reunirse con sus tropas en la frontera. Por cierto, que los únicos diputados que se negaron a votar la gran mentira (¡el voto útil!), Paine y Condorcet, fueron quienes luego votaron contra la muerte del rey (“la rebeldía del voto inútil”, que diría Hughes), guillotinado por aquel hatajo de farsantes. Y con esa mosca detrás de la oreja de la representación hemos llegado a los “chalecos amarillos”.
El sistema representativo adopta como base la sociedad y la civilización, y como guía la naturaleza, la razón y la experiencia –explica Paine al reaccionario Burke.
El “voto útil” niega la representación, y nos devuelve a una época que Ihering sitúa al final de la República romana, con el auge del “sistema de esplendideces aristocráticas que desarmaban la envidia del pueblo humilde”.

Qué tiempos.