Altura, cámara, atuendo de fiesta... y a hablar
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Por causas de fuerza mayor, no vi el partido del Córdoba ante el Albacete, pero puedo decir que la descomposición que sufre mi equipo tiene episodios tan agudos que en escasos cinco minutos destrozan la aparente mejoría que cree detectar el corazón optimista del cordobesismo. Me dicen que El Arcángel llegó a pensar con el 1-0 de la primera parte que llegaban remedios fiables de la farmacia invernal, pero a la hora de partido aparecieron los consabidos desajustes defensivos agudizados con delanteros de los considerados “de movilidad” como son el francés Jeremías Bela y ese Zozulia odiado por las buenas, mejor dicho por las malas, por públicos encantados de cultivar odios con avaricia.
Zozulia es uno de los mejores delanteros de 2ª y no tardando mucho jugará en primera a pesar del juicio sumarísimo al que le sometieron la facción de los “bukaneros”, vigilantes de la ortodoxia en el Rayo Vallecano, cuando se enteraron de que el futbolista era patriota ucraniano, que se ve que es lo mismo que fascista. Forzaron su despido y hasta le tienen prohibido pisar Vallecas incluso en las filas de otro equipo. Estos odios tan irracionales como despreciables que alimentan energúmenos disfrazados de educadores de la tierna infancia lo tenemos visto en la esquizofrenia catalana que también ve fascismo en todo lo español. No me gusta la política, pero llamar fascista al otro es hábito muy recurrente entre odiadores y por eso no me sorprenden las declaraciones del compi de Xavi Hernández en el Al Sadd de Qatar Baghdad Bounedjah, el mejor jugador argelino, cuando nos confiesa las enseñanzas a las que fue sometido Xavi Hernández desde la niñez: una cultura basada en el odio hacia el R. Madrid bendecida por laicos y reverendos con harto regocijo al parecer de criaturas y padres. Xavi ha sido para un servidor el jugador más importante de la historia del fútbol español. Fue tan inteligente dirigiendo desde el centro del campo, cosa que ha de agradecer más a Luis Aragonés que a los técnicos del Barça –Rijkaard y el señor Segurola en el AS le tenían abiertas las puertas de salida– que su magisterio se tornó temporada a temporada en imprescindible y perdonen la osadía, en insustituible. Personalmente sigo sin encontrar a otro con tanta influencia en el juego y en el triunfo de una idea del fútbol.
Para mí, en el fútbol español, nadie como el, pero ¡ay! qué tristeza me da ver al ídolo enfangado en la evidente irracionalidad. Confiesa su aprendizaje con tara, pero no pone remedio. Al contrario. Se enorgullece de unos principios que destilan egoísmo y racismo por arrobas desde un pedestal tan despreciable como incomprensible y sus admiradores nos quedamos a cuadros. Como nos hemos ido quedando con Maradona, el Mágico o aquel Garrincha semianalfabeto.
No sé por qué me meto en este lío de Xavi cuando tenía intención de decir algo del excelente Susaeta, cerebro del alcorconazo ayer y hoy del Albacete; un medio que debía haber jugador en Primera con la Real y no con el Rayo... ó de Alex Febas del que verán ustedes de lo que es capaz; el año pasado me encantó en el Zaragoza. Él y Borja Iglesias sostuvieron un equipo más que decrépito. Ahora mandan desde la media al Albacete, un equipo simpático al que la superioridad buenista no tiene en la lista de sospechosos. Me habré metido en “lo de Xavi” porque me parece muy injusta su postura desde una autoridad que debía casar y no divorciar a los miembros de una sociedad que le concedió premios principescos.
Mi preocupación ahora está en Córdoba, mi equipo, y no precisamente porque nos odien por esos campos del mundo “alante”, sino por la ninguna esperanza que nos va quedando. Teníamos un pulmón, Vallejo, al que siempre he acusado aquí de delicado, arrugado y muy despistado. Ha llegado uno francés de repuesto, Bodiger, pero me dicen que sólo dura una hora funcionando y ya me dirán ustedes a dónde vamos a llegar con esas seguras asfixias. Uno, y no por pesimismo, ve la meta en el grupo IV de 2ªB.
Noto que lo puesto en esta jornada suena un poco raro, por lo que ruego perdonen mi desvarío.