jueves, 21 de febrero de 2013

Vistazo a la temporda que arranca

Visto y no visto de Lama de Góngora en Chinchón
 José Ramón Márquez

En estos días ya estamos con dimes y diretes, deseando que empiece de verdad la temporada y echar a rodar el circo de la tauromaquia por esas Plazas de Dios:


Llevan al Congreso la Iniciativa Legislativa Popular para que los toros sean Bien de Interés Cultural. Los sociatas, por obediencia debida a sus siglas, lo mismo los que están a favor de los toros que los que no, se abstienen. Entre los de la abstención están el pibe que firmó en el Boletín Oficial del Estado el traspaso de los toros de Interior a Cultura, en un magistral ejercicio de coherencia, y el que recibió a la plana mayor del extinto G10 con su sonrisa ofidia de covachuelista de vía estrecha.
En la defensa de la tal Iniciativa se señaló el actor-diputado Cantó, pero un atinado analista, después de desmenuzar el discurso del diputado concluye que sus palabras encierran una sutil crítica a la tauromaquia.

En realidad lo del Bien de Interés Cultural es más papel mojado: tal calificación tiene la Plaza de Las Ventas y no hubo quien desde las instituciones frenase la demencia de colocar un sombrerito, copete o cubierta en ella, pese a su be, su i y su ce. Las leyes, entre nosotros, existen para que las estudien en las Facultades de Derecho y para endurecer los temarios de los opositores a Abogado del Estado, más que para que se cumplan.

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Sobre la sombrilla de Las Ventas, ahora que apresuradamente comienza su desmontaje, diremos que con la ayuda de Dios hemos ganado el primer asalto con el tragicómico esperpento de su hundimiento, pero que la idea sigue anclada en las mentes de los fenicios y mercaderes que regentan los destinos de la pobre Plaza, principiando por ese demonio travieso y familiar llamado Abella, a quien todos los que adoramos su munificencia conocemos como Abeya. La llegada de una comitiva de ‘Bienvenido Mr. Marshall’ de tragaldabas olímpicos que se alojan en las mejores suites de Madrid, almuerzan en las mesas más selectas y riegan sus gaznates con los vinos más renombrados y de más alta expresión también afecta a nuestra Plaza, dado que en los planes del absurdo olímpico madrileño está el de que Las Ventas sea la sede del baloncesto o yo que sé, en cuyo asunto va incluida la colocación de un sombrerete de mejor factura (también en lo que cuesta) que el que se les vino abajo.

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La Feria de Simón, este particular Simón el Mago del ambiente taurino que no consigue comprar los poderes mágicos porque en la actualidad no hay nadie que los tenga, se queda reducida a una interesantísima corrida, la de Miura con Castaño, Robleño y Rafaelillo. Reconozco la gran afición de Adolfo y si alguien me invitase al Ave no me importaría ir a ver su corrida; pero en general, con el hierro de la uve y el hexágono me veo un poco desilusionado.

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La Feria de Sevilla, la de la Plaza de Toros de Sevilla –no osaremos decir Maestranza, pues eso es de forasteros y especialmente de madrileños–, parece que ha sido diseñada por el Director general de la Renfe para mejorar su cuenta de resultados a base del bolsillo del sufrido aficionado. Como ya viene siendo habitual, el Domingo de Resurrección han programado una corrida bufa, que ya hay que tener estómago para irse a ver ese cartel de torillos Norit. Luego, ya viene lo serio, a golpe de Ave. La del Conde de la Maza, la de Fuente Ymbro, la de Victorino y la de Miura, ésta con el bonus de poder ver a Julián I El Poderoso frente a los de Zahariche, con la mosca detrás de la oreja de que se los echen al corral y acabe matando garcilitte. En realidad, visto como está el patio puede decirse que casi todos los toreros me importan un pito, y muy especialmente el fashion week de Manzanares haciendo monadas a las seis cabritillas del cuento. Si falta tal o falta cual es un debate muy poco interesante. Sobre eso sólo diremos que, para el sevillano medio, es más dolorosa la ausencia de Lama de Góngora o Nazaré que la de Fandiño. Que no sabe ni quién es. Apostemos por el toro, que en general da bastantes más alegrías que el torero, y dejémonos de fulanos y menganos.

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Que no se vayan a dar los toros de Sevilla por la TV es para mí una buena noticia. La TV no le aporta nada a la tauromaquia, los toros en TV son un espectáculo aburridísimo en el que nunca ves lo que te interesa. Pensé que al final habría un arreglo entre Canorea y el Plus, que todo era un duelo de pícaros, pero al final, visto que ha llegado el Tío Paco con las rebajas, que el Plus paga tres pesetas mal contadas y que, al parecer, ni siquiera es ya Molés –el doctor Zaius– quien negocia las cosas, se ha llegado a esta Feria de Abril analógica, que quiere decir que el que quiera ver los toros se tiene que ir a Sevilla y pasar por taquilla o conformarse con leer la reseña al día siguiente. A mí, personalmente, eso es lo que me gusta.