Hughes
Toni Cantó ha dicho que la mayor parte de las denuncias por violencia de género son falsas. Ha dicho también que un tercio de las víctimas son hombres. Tras decir esto, que lo ha dicho por twitter (y cabe preguntarse si escribirlo en twitter es decirlo ya) le están dando hasta en el cielo de la boca, que diría Camacho. Cantó, o Cantuvo, se está empezando a convertir, quién lo iba a decir, en el gran reaccionario. Cantó es el antibardem. Cuando salió dudando del derecho animal yo me encogí de hombros, porque tan ateneísta me parece negar el derecho como concederlo, pero con su intervención de hoy me ha ganado, me ha terminado de ganar, porque en su evidente voluntad de ser alguien en política, una especie de katiuskero profesional, de pisacharcos de todo lo correcto, se esconde un abanderamiento de la nueva masculinidad.
Toni Cantó, que creo que ya ha tenido varios divorcios, se puso del lado del señor en la causa general de las separaciones y ahora deja un dato para que sea debatido: la mujer parece que pega al hombre.
Lo dice él, yo no lo sé, yo podría hablar de mi caso, pero es que el principal problema que se va a encontrar Cantó es el del hombre. ¿Qué español va a salir a la arena pública a reconocer que la parienta le casca?
La figura de la señora con rodillo tras la puerta nos acompañó siempre, pero el español se niega a reconocer una violencia de género contra el señor.
El hombre sólo ha admitido que se le mate envenenándole la sopa. El hombre admitía eso, porque se iba al otro barrio sin haberse enterado, muerto pero hecho un tío, pero jamás ha admitido públicamente que la mujer le pudiera matar de otra forma o, por ejemplo, darle dos leches.
La mujer se está indignando, ahora, justo ahora, en este mismo momento, mientras escribo estas pobres líneas sube la llamarada de la indignación, pero si Toni Cantó tuviera razón empezarían a salir hombres empujados por su denuncia, hombres-testimonio con el rostro oscurecido confesando el martirio.
¿Y no supondría esto el nacimiento de una nueva masculinidad? ¿No le convendría a la mujer un hombre que admitiera la posibilidad, el hecho más que posible, física y social y educativamente admisible de la doble dirección de los guantazos?
Ese hombre no sabemos si da tortas, ni sabemos tampoco si efectivamente las recibe, pero lo que sí sabemos es que admítela posibilidad teórica de que así fuera.
¿Y no hay hombres que acompañan a sus mujeres al supermercado y que a veces nos miran con ojos de pedir auxilio?
Admitir que la violencia también es bisexual no minimiza la lucha por la dignidad doméstica de la mujer, pero puede ser importantísima para conseguir un hombre nuevo.
Cantó, con su aire pulido de barbilindo pudiera estar planteando una revolución reaccionaria pero modernísima, primera transversalidad de lo magenta: quitarle a la mujer el monopolio del martirio abriendo la puerta al nuevo hombre, el hombre-víctima. Alguien que profanara el último tabú español: mi mujer me casca.
Toni Cantó, que creo que ya ha tenido varios divorcios, se puso del lado del señor en la causa general de las separaciones y ahora deja un dato para que sea debatido: la mujer parece que pega al hombre.
Lo dice él, yo no lo sé, yo podría hablar de mi caso, pero es que el principal problema que se va a encontrar Cantó es el del hombre. ¿Qué español va a salir a la arena pública a reconocer que la parienta le casca?
La figura de la señora con rodillo tras la puerta nos acompañó siempre, pero el español se niega a reconocer una violencia de género contra el señor.
El hombre sólo ha admitido que se le mate envenenándole la sopa. El hombre admitía eso, porque se iba al otro barrio sin haberse enterado, muerto pero hecho un tío, pero jamás ha admitido públicamente que la mujer le pudiera matar de otra forma o, por ejemplo, darle dos leches.
La mujer se está indignando, ahora, justo ahora, en este mismo momento, mientras escribo estas pobres líneas sube la llamarada de la indignación, pero si Toni Cantó tuviera razón empezarían a salir hombres empujados por su denuncia, hombres-testimonio con el rostro oscurecido confesando el martirio.
¿Y no supondría esto el nacimiento de una nueva masculinidad? ¿No le convendría a la mujer un hombre que admitiera la posibilidad, el hecho más que posible, física y social y educativamente admisible de la doble dirección de los guantazos?
Ese hombre no sabemos si da tortas, ni sabemos tampoco si efectivamente las recibe, pero lo que sí sabemos es que admítela posibilidad teórica de que así fuera.
¿Y no hay hombres que acompañan a sus mujeres al supermercado y que a veces nos miran con ojos de pedir auxilio?
Admitir que la violencia también es bisexual no minimiza la lucha por la dignidad doméstica de la mujer, pero puede ser importantísima para conseguir un hombre nuevo.
Cantó, con su aire pulido de barbilindo pudiera estar planteando una revolución reaccionaria pero modernísima, primera transversalidad de lo magenta: quitarle a la mujer el monopolio del martirio abriendo la puerta al nuevo hombre, el hombre-víctima. Alguien que profanara el último tabú español: mi mujer me casca.
En Los Objetos Impares