Últimas señales en Pompeya
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Estoy poco puesto en el mundo, y a la velocidad que vuelan las noticias por eso que dicen tuiter, uno queda en ridículo ante los amigos cuando intenta comentar lo que ya está olvidado. Mi compadre Alfonso, que es un hombre informado al instante, ha venido a tomar café con su perra y su artefacto y en el primer sorbo me suelta que una jueza de la parte de Cataluña ha dicho que hay demasiados hombres en las cárceles condenados a seis meses por mandar a la mierda a sus parejas y que a Toni Cantó le están fusilando los tuiteros por atreverse a decir que muchas de las denuncias por violencia de los hombres (la de las mujeres sólo está penada en su grado mayor y a veces ni eso) son falsas. El hombre, al final ha tenido que pedir perdón viendo la que le estaba cayendo desde esa secta en eterna vigilia conjurada en no descansar, mientras han dejado en paz a la jueza, no se sabe si por ser del mismo sexo.
El caso es que mi amigo Alfonso, cristiano y sabedor de muchas miserias, cree que no puede caber ya más hipocresía en el país, pues ha tratado con los cafres que se creen amos de sus mujeres hasta matarlas por “ser suyas” y con los condenados por esa nueva legislación injusta que ciertas asociaciones instaladas en el odio al hombre imponen como arma de destrucción (entiéndase psíquica, económica e incluso desgraciadamente física).
Me cuenta el caso de un desgraciado buscavidas al que una mujer rondeña lo dejó desnudo y lo echó de la casa que tanto le costó comprar a vivir en un coche por vergüenza y por último con los padres. Como el pueblo de Ronda es tan particular y sólo tiene direcciones únicas era imposible que Rafael no pasara obligatoriamente delante de la que fue su casa y tres fotografías de móvil del coche al paso fueron suficientes para condenar por romper la orden de alejamiento de 500 metros. No hay condena de agresión, insultos, nada... Sólo romper reiteradamente la orden de alejamiento. Y 18 meses de cárcel cumplidos a pulso. Sin permiso. Sin libertad condicional. Sin beneficios penitenciarios, pues entre los psicólogos y psicólogas carcelarios y carcelarias no hay mayor alarma social que la violencia de género.
-¿Y casos como éste no generan odio en el individuo?
Dice mi amigo Alfonso que eso es lo malo. Que Rafael es medio tonto, pero muy currante. Que había hecho un capitalito que se lo está gastando la rondeña jaquetona y que en la cárcel se aprenden cosas muy malas, pero...
-.....Rafael, que ya te he dicho que es un desgraciado, cuando le quedaba una semana para salir en libertad se ha ahorcado en la celda.