Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Por la prensa deportiva, que es donde la propaganda occidental vierte ahora sus papillas para llegar a los obreretes, reacios a la “prensa culta”, me entero de que, ante un ataque nuclear, el presidente useño dispone para responder… ¡de seis minutos!
–No importa cómo comience la guerra nuclear, termina con todos muertos –matizan en el “Daily Mirror”.
¡Seis minutos! Seis minutos para destruir el mundo que a Dios, el nuevo amiguito de Richard Dawkins, llevó seis días crearlo. ¡Seis minutos! Y primero habría que saber quién es el Líder del Mundo Libre, pues Sleepy Joe sólo es un espantajo salido de unas elecciones tan majas que ya se copian en todo el mundo liberal.
Pero si vamos a terminar todos abrasados como los puteros pompeyanos del “Corpus Inscriptionum Latinarum” (“Gayo Valerio Venusto, soldado de la primera cohorte pretoriana, centuria de Rufo, gran jodedor”), ¿por qué estresar a los incautos obreretes que pasan de política y hojean por distraerse diarios deportivos?
Cuando la guerra todavía era convencional, los obreretes, que constituían su carne de cañón, todavía se llamaban proletarios, y mataron a Marx contra pronóstico. Era 1914, fecha de la caída definitiva de Occidente. La cartilla de Marx prescribía que, ante la llamada a filas, los proletarios de todos los países se quedarían en casa por obediencia a su conciencia de clase, y resulta que decidieron obedecer en masa a sus naciones. Hoy los obreretes son los últimos interesados en ir a la guerra, quizás por ser los únicos conscientes de que no son lo mismo seis minutos de descuento para el Real Madrid en Champions que seis minutos de cuenta atrás para Sleepy Joe en el Despacho Oval.
De la guerra son partidarios los liberalios de meñique en alto que en su día se escaquearon del cuartel (como sus idolazos: Cheney, Bush, Aznar, Boris, Macron,…), que juegan con el meñique como los legionarios semanasanteros de Málaga con el cetme.
En su día, según Bertrand Russell, unos “Espías por la paz” averiguaron los planes del gobierno inglés ante una guerra nuclear: el país se dividiría en regiones, cada una con su propio gobierno autocrático e instalado en sedes subterráneas, y ellos decidirían la suerte de los demás ante una radiación que mondaría el meñique liberalio de los belicistas, todos corriendo entonces a cambiarse de bando, pero tarde, como el pobre Dawkins.
¿Seis minutos? Hace unos días un bólido celeste sobrevoló el levante español y todavía están los sabios del CSIC preguntándose qué era. Parecía un misil balístico francés, y ya veíamos a Albares bañándose en Gandía como Fraga en Palomares, pero el Estado Mayor alemán opinó que se trataba de un satélite de Elon Musk. ¿Cerrará X Pedraz? Consejo de Bauer, jefe militar de la Otan, si vuelan las perseidas rusas:
–Es necesario tener agua, linternas y una radio con pilas para asegurarse de sobrevivir las primeras 36 horas.
Ya se supone que la radio en el dial de la Ser.
[Martes, 2 de Abril]