Daniel Medina
Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará; no hay nada nuevo bajo el sol
PEPE CAMPOS
Plaza de toros de Las Ventas.
Domingo, 7 de abril de 2024. Primera novillada con picadores de la temporada. Un cuarto de entrada. Tarde primaveral.
Novillos de Toros de Brazuelas (origen Domecq, por diversos conductos), bien presentados, flojos, la mayoría inválidos (el quinto devuelto por este motivo), no pudieron con la pelea, se defendieron, mansos, desrazados; el segundo con cierta movilidad; el tercero mostró un pitón escobillado; el sexto fue a más. Un novillo (el quinto) de María Cascón (origen Lisardo/Atanasio) lidiado como sobrero, algo zancudo, flojo e inválido, manso, lució crotales, el pitón izquierdo desmochado, muy protestado por derrumbarse permanentemente durante su lidia.
Terna: Daniel Medina, de Valladolid, burdeos y oro, silencio y silencio, tras aviso; veinte años. Fabio Jiménez, de Alfaro (La Rioja), tabaco y oro, silencio, tras aviso y silencio; veintiún años. Tristán Barroso, malva y oro, con cabos blancos, vuelta al ruedo por su cuenta, tras petición y oreja muy protestada; dieciocho años. Los tres novilleros hicieron ayer su presentación en Madrid.
Cierto es que un público más joven acude a Las Ventas en lo que llevamos de 2024. Para tal novedad, de la que presumen los empresarios de Madrid, lo mejor, según pensaron estos gestores (Plaza 1), es que se vayan acostumbrando a la verdadera realidad, que no se hagan ilusiones sobre la brillantez de la fiesta de los toros, ni en el apartado del ganado, ni en el de los toreros. De modo que, para esta ocasión —todavía en cita temprana de la temporada— para que estos jóvenes no flirteen con posibles engaños, prepararon un encierro infumable, con novillos inválidos y sin raza. Y de la misma manera, a su vez, que los lidiaran unos novilleros que no mostraron ningún aquél de personalidad, ni de maneras cercanas a un aprendizaje taurómaco bien elaborado o conducido. No hace falta que recurramos a la metáfora de que el espectáculo de los toros es el reflejo más exacto de lo que sucede en la sociedad. La evidencia es muy clara, y los empresarios de Las Ventas, ayer tarde, cumplieron con su misión pedagógica, de hacernos ver que la sociedad pasa por un mal momento caracterizado por la flojera de sus componentes y por una escasa actitud de estos por mejorar los males que nos corroen y debilitan. Dicha lección, según el pensamiento de los empresarios, debe ser aprendida pronto por los jóvenes para que no se planteen quimeras, ni perciban espejismos.
De lo que vimos ayer hay poco de valía que reseñar, no hubo ni novillos decentes, ni atisbo de toreo, ni lidias acertadas. No vimos casi nada. Eso sí, como siempre, muchos puyazos traseros y banderillas colocadas de la misma guisa. En este sentido, nos parece oportuno hacer mención, antes de que vayamos a ver la Feria del Aficionado (27 y 28 de abril, en San Agustín de Guadalix, donde esperamos disfrutar de la suerte de varas), es pertinente recordar: que el domingo anterior, en la corrida de Pedraza de Yeltes, vimos a un picador hacer de manera apropiada la suerte de picar, nos referimos a Aurelio Cruz. Fue un verdadero espectáculo verle realizar con armonía, serenidad y sin aspavientos la suerte, con buena monta del caballo y correcta colocación de la puya en la anatomía del toro, que fue, concretamente, en la cruz o en cercanía del hoyo de las agujas. Es decir, no fue en el morrillo, que es la ubicación más adecuada para ahormar la embestida del toro, misión principal de la suerte de varas, y lucir su bravura, para que luego el astado pueda desplazarse con mayor cadencia y humille a mayor conveniencia de la faena de muleta. Como aun nos encontramos —según hemos referido— a comienzos de temporada y todavía muchos aficionados tienen tiempo de echarle un ojo a lecturas provechosas, para reflexionar sobre este tema, recomendamos acudir al estudio, por ejemplo, de los veterinarios, Julio Fernández Sanz y Juan Villalón González-Camino, publicado en la Revista de Estudios Taurinos, número 9, de 1999. Algo lejano en el tiempo, sí, pero actual y pertinente para darle nueva luz al debate de dónde debe situarse la puya, en la anatomía del toro, en la suerte de varas: en el morrillo.
En el apartado del análisis del festejo y de los novilleros, hay que comentar que Daniel Medina, lo mejor que realizó, durante toda la tarde, fueron las verónicas de recibo a su primer novillo, destacando una media verónica de rodilla en tierra de cierto garbo. Este inicio de su labor nos trajo a la memoria el buen toreo de capote de su paisano Manolo Sánchez, en la tarde que se presentaba aquí, hace ya algunos años. Nos pareció como una impronta de los vallisoletanos en el apartado de la presentación de intenciones. A partir de ahí, no pudimos valorarle en lo que hizo con la muleta ante este novillo porque se derrumbaba de manera constante; mató de tres pinchazos caídos en la suerte contraria, una estocada en la suerte natural y dos descabellos, el segundo a lo Roberto Domínguez, otro guiño, no destacable, en este caso, a su tierra. En su segundo novillo, que también se desplomó permanentemente durante toda la lidia, nada que mencionar de su trasteo, en el que debió abreviar, y en el que le detectamos los defectos del destoreo. Mató de estocada contraria; después, el novillo se amorcilló en su agonía de manera irreversible.
Fabio Jiménez, en su primer novillo, el segundo de la tarde, muy mal lidiado, con varas traseras, caídas, con «mete y saca» de la vara, y con banderillas traseras, ante la aparente cierta movilidad del animal, toreó con el pico de la muleta, sin temple y con enganchones. Mató, en la suerte contraria, de dos pinchazos caídos y una estocada baja. En el tullido novillo de María Cascón, volvió al pico y a la muleta en arco, toreando por fuera, mientras la afición mantenía una fuerte protesta ante la presidencia. Lo mató en la suerte contraria de dos pinchazos traseros y caídos, y una estocada baja tendida.
Tristán Barroso, exhibió toda la tarde inquietud y maneras curvadas. En el tercero de la tarde toreó abriendo mucho el compás ante un animal muy flojo que perdía las manos. Mató de estocada contraria baja. La clá del novillero pidió la oreja y le validó la vuelta al ruedo, que no valoró la afición. En el último novillo, el astado de mejor condición del festejo porque fue a más durante la lidia —a pesar de sus pocas fuerzas—, toreó muy tumbado, por fuera, con la pierna retrasa, es decir, puso en escena todo aquello que se enseña en las escuelas taurinas al uso. Al final de esta faena, en un arrebato o delirio, Tristán tiró el estoque de verdad al albero —después de haberlo cambiado en la barrera por el simulado—, a ese albero, en pendiente, del que se queja Morante, y recetó al novillo unas cuantas manoletinas teloneras, antes de matar, en la suerte contraria, de media estocada baja. Su clá le pidió la oreja y el presidente la concedió y le apoyó.
Entre protestas y sin pena ni gloria, pero ante un baño de realidad, nos fuimos todos para casa, también los jóvenes aficionados, recién llegados, que aprendieron bien lo que les espera de aquí en adelante.
Bien presentados, mansos, desrazados
ANDREW MOORE