Calle Goles, en Sevilla
Cracks dando la espalda
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Ayer, en vísperas de la Feria de abril sevillana, fui a parar a la calle Goles, donde al parecer había una puerta también llamada de Goles por donde se entraba a Sevilla desde por lo menos el siglo XI, que es cuando dicen los papeles que se abrió por ahí la muralla mora. Sevilla, que es como es, única de cualquier modo, explica que lo de Goles viene de no saber pronunciar los sevillíes correctamente Hércules y que por degeneración desde ya en tiempos ¡¡de Julio César!! la puerta de Hércules trocó en puerta de Goles hasta 1570 que entró por ella Felipe II y se la llamó Puerta Real, de la que por cierto sólo queda una placa, permaneciendo la calle Goles que sube hasta muy cerca de la Alameda. En la calle Goles me han venido esta mañana a la mollera las gavillas del mismo nombre que asomaron por Madrid, Londres y París como si los cuartos de la Champions fueran una feria de muestras con tres sedes como se hacen ahora las cosas del fútbol en la que exhibir ejemplos de todas las calidades.
Goles sensacionales como los de Dembelé, Valverde o Foden y ridículos como los de Bernardo Silva, Lino o De Paul. Goles con más mérito del que parece, como el segundo de Rafinha o el de Gnabry; goles de fortuna, como el primero de Rafinha o el de Haller para el Borussia; goles por los que el aficionado ha echado de menos tullidos cancerberos. Muchos goles. Para los entrenadores, demasiados, porque según su parecer casi todos son evitables. Para el espectador, una alegre bendición, pues el intercambio de goles ha dejado los cuatro resultados casi emparejados pues ni el Barça ni el City (para servidor el equipo más completo, pero con un punto suicida en defensa que desprecia la velocidad contraria; veáse el gol de Rodrygo con el último defensor inglés en campo ajeno) pueden fiarse de velocistas como Vinicius o Mbappé. Además de los muchos goles llama la atención de estos cuartos la ausencia de aportaciones de los más cualificados para marcarlos, Mbappé sobre todos, que desprende una insólita tristeza, Haaland que tiene con Rüdiger su particular pesadilla, Rodri, que ha parecido un medio vulgar y no la excelencia que todo el mundo conoce, o Bellingham, como cansado y quejicón en una noche que tendría que haber sido propicia.
El Atlético, ahora que los goles de fuera no valen doble, no lo tiene mal si la
defensa del Borussia repite actuación. El Bayern pasará porque el Bayern, como
el Madrid, tiene, además de nombre, un algo especial que sólo ellos tienen. El
Barcelona y el PSG defienden mal, muy mal y semejante tara en ambos
desequilibra como menos esperan hasta sus propios entrenadores. El City es un
equipazo. El más temible de todos y por eso el Manchester City-Real Madrid será
otra vez el mejor encuentro de la vuelta de cuartos. Éstos son los partidos que
se disfrutan de otro modo. ¡Ah! Se agradece la ninguna injerencia del VAR por
la firmeza de los referís.