martes, 2 de abril de 2024

Pasión española


Philippe Muray


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Para Muray, no hay en nuestros días una palabra más eficaz que “pasión”.


“¡La pasión siempre tiene razón!”, dice un eslogan reciente para no sé qué. La pasión hace que cuele todo. Es el derecho humano imprescriptible. Como el Partido en otros tiempos, la pasión siempre tiene razón.


Vean, si no, el alegato, la semana pasada, de la ministra de Igualdad en el Banco Azul, poniendo boca abajo la bancada de lo que en el teatrillo del Estado de Partidos, donde todo es mentira menos lo malo, hace el papel de izquierda, cuyos miembros creyeron presenciar la segunda venida de… ¡Pasionaria!


Pasión gitana y sangre española / Y el mundo en una caracola –cantaba Manolo Tena.


Con el dedo índice de la apasionada ministra podríamos señalar la obscenidad que supone un Banco Azul en un Parlamento, con el verdadero poder soberano, que es el ejecutivo, intimidando a los representantes del pueblo, o poder legislativo, si bien ya sabemos que en el Estado de Partidos el diputado sólo representa a quien lo haya incluido en la lista (cerrada o abierta es irrelevante). Tamaña obscenidad fue objeto de consideración únicamente en las constituyentes de Filadelfia y en las constituyentes francesas del 91.


En España el del Banco Azul es un debate carente de pasión, pues el pueblo mostrenco pasa, y nuestros juristas de reconocido prestigio insisten, por ignorancia o conveniencia, en llamar “separación de poderes” a lo que Franco llamó “unidad de poder y división de funciones”. Un gato por liebre de manual que permite conducirnos como a chivinos a una guerra ajena (el llamado del tétrico Obama, un malo de película de Roger Corman, en el 10 de Downing Street es como los tres golpes que da la vara de San José en la puerta de los agonizantes), mientras en la retaguardia sus promotores aprovecharán para vender a los contribuyentes mascarillas y yodo contra el uranio.


En materia de pasiones, la contrafigura de la ministra de Igualdad del sanchismo sería la consejera de Igualdad en el primer bonillato andaluz, Rocío Ruiz, que quiso amenizar la Semana Santa con un comentario sociológico a lo Margarita Nelken, y declaró que en las procesiones ella no veía sino “desfiles de vanidad y rancio populismo cultural”, un “commoner entertainment”, con hombrones que “se destrozan la columna por cargar enormes trozos de madera”.


Me quedo con la fiesta pagana que atrae el turismo y llena las tabernas.


El daño que la cursilería liberalia ha causado en España es muy grande, con su sociología de editorial, ¡a estas alturas!, de “El Sol”: “La Semana Santa sevillana es una ceremonia propia para todas las creencias.” Para el periódico de Ortega, la religión era sociología.


El intento de esta orgullosísima teoría que se llama sociología –anota Nicolás R. Ricoes problematizar teóricamente, esto es, sociológicamente, todo cuanto pueda, aunque tenga que llegar a morderse la cola.


Y con la cola en la boca andamos.


[Martes, 26 de Marzo]