lunes, 3 de julio de 2023

La piñata del "9"


Odiamos el fútbol moderno

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    La única ilusión futbolera del verano sin fútbol es la piñata del “9” en blanco de Florentino Pérez, que es nuestro David Copperfield, aquel mago que en el otoño del 98 se presentó en Madrid como novio de Claudia Schiffer y petó el Palacio de los Deportes, donde intentó hacer volar (sic) a Polanco, nuestro “Jesús del Gran Poder”, en mote de Guerra, el mismo que puso “Carlos II vestido de Mariquita Pérez” a Soledad Becerril y que pone “Melenchon vestido de Christian Dior” a Yolanda Díaz.


    Cuando el divino Copperfield (eso nos parecía a todos, viendo a la Schiffer) fue a jalar de Polanco para llevarlo a su “Falcon” como Sánchez al vejestorio de Wyoming, alguien pisó un cable y se fue la luz, lo que aprovechó un académico para pedir “¡Que vuele Jesús!” y una dama para exclamar “¡Ay, qué nervios, qué nervios! ¿Tú sabes lo que es que vuele Polanco?”


    ¿Qué es un “9” en blanco? Los numerólogos nos recuerdan que no hay número elemental que pueda ir más allá y, por consiguiente (esta locución conjuntiva era una muletilla de Felipe González, que se le quedó leyendo el Touchard traducido por su amigo Javier Pradera), el “9” es como el horizonte, pues todos los números están comprendidos en él. Está comprendido Kane y está comprendido Mbappé, pensando en un equipo que no estaría hecho para nuestro Campeonato de Palanca, donde todos los polvoreses esperan a las estrellas del Madrid para divertirse arrojándolas del campanario. Y encima con estadio nuevo en un país donde el panadero del pueblo tiene que emplear tres años en reformar la panadería porque si lo hace en tres meses se queda sin clientes por la envidia que nos come.


    Este estadio y estos jugadores han de reservarse para la Champions, que es la Champions aun en manos de la Uefa de Ceferino, que se ha puesto farruca con Mourinho, que bajó al parking a despachar verbalmente con el árbitro como Valdano, director deportivo del Madrid en el 2004, bajó al vestuario arbitral a despachar verbalmente con Iturralde, que también son ganas. Cuatro partidos a Mourinho por hablar contra el árbitro, y nada, en su día, a don Nasser por el espectáculo de luz y sonido en el Bernabéu tras la eliminación del PSG. Del Barcelona, ni hablar, una vez que Ceferino y Laporta han dejado aclarado el asunto a puerta cerrada.


    Ese “9” en blanco para Kane o Mbappé es, para el pipero, como desgranar la rosa de Coleridge: “Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces, qué?”


    Mas el Relato es inasequible al desaliento, conocedor de que su fuerza está en repetirse, como los discursos de Fidel Castro. Qué abrazaderas no tendrá el Relato que el mítico segundo de Valdano, Cappa, figura entre los cinco grandes pensadores del momento español para el diario de las elites.


    ¿Que el Madrid estrena estadio y estrellas? El Barcelona también tendrá su estadio nuevo y sus estrellas viejas. Como ejemplo ponen a Lewandovski y a Gundogan, que han elegido Barcelona no por sus playas y sus magníficos planes de pensiones, sino por “la buena y sabia mano” (sic) de Xavi, que ostenta el récord de eliminaciones europeas en Champions y Europalí. Nada que no arreglen unos servicios de propaganda como Dios manda.


    –Más viejo es Modric –contesta el culé empoderado.


    La comparación sería sostenible si Modric llegara al Madrid hoy, a sus 37, la edad fatal, decía José Martí, para tantos los hombres de genio: a los 37 murió Watteau, de tuberculosis, en París; a los 37; cuando pintaba el cuadro más bello del mundo, «La Transfiguración», murió Rafael; y a los 37 murió el gran Byron de la turbulencia y el arrebato románticos. 27, 37… Modric, puede contestar el pipero, es un jubileta, “pero es nuestro jubileta”. Otra cosa es que uno lo vea ya como una gran rémora, sobre todo al rememorar la eliminatoria regalada al City, espectáculo que podría repetirse la temporada que viene. A las dificultades que opone el Sistema (leemos por ahí que el Madrid de las tres Champions consecutivas tuvo cuatro penaltis en veintiún partidos, por cinco de Argentina en los siete partidos del Mundial). Si el desastre nos pillara con Kane, el ideal sería Mourinho, y si nos pillara con Mbappé, el ideal sería Zidane.


    ¡Piperío, por la Champions, todo por la Champions! ¡Viva la Champions, viva la Superliga! Cualquier cosa menos perder el tiempo en la invivible España, esa España donde un abogado (¡abogado!) del caso Vinicius aspira a salir en el libro de Arthur Bloch con este chascarrillo de taberna: “A mi cliente le acusan de delito de odio por rascarse las axilas”. Hala, que pongan la lata de las risas.




OSASUNA Y GANIVET


    Ganivet, cónsul en Riga y suicida a los 33 años en el río Dvina, tiene un cuento estremecedor, el del campesino nórdico que en su trineo, con sus hijos, se ve alcanzado por una manada de lobos, y les arroja el niño más pequeño para ganarles tiempo y distancia, metáfora del día a día en nuestras relaciones con el poder. Castigado sin competición en Europa, Osasuna se queja de que nadie lo ha defendido en España, donde nos traemos entre manos corrupciones de peces más gordos que irán al limbo, pues en eso consiste el Sistema. Al fútbol le espera el mismo destino que al boxeo.

 

[Lunes, 26 de Junio]