martes, 3 de julio de 2018

Ahora sí



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Los clásicos enseñan (y siguen sin ser refutados) que a la dictadura sigue la oligarquía, y a ésta, la democracia.

Esta Segunda Transición es, ahora sí, hacia la democracia y sus tres principios (desconocidos en España): representativo en la sociedad política, electivo en el gobierno y divisorio (del poder) en el Estado.
A la derecha, María Soraya. Las mujeres, observó Pemán, administran siempre los últimos restos de los patrimonios arruinados y, aunque nos hablan de un sofá con pata de garra, esta derecha es la butaquita “imperio” que ha perdido ya toda la belleza de sus formas inútiles y aristocráticas, “con el cartelito que confiesa brutalmente los cuarenta duros de su precio”. En defensa del principio representativo, María Soraya promete poner la cuota de militancia en un euro para jubilados y parados de larga duración.

Y a la izquierda, en defensa de los principios electivo y divisorio, Pedro Sánchez y Pablemos, es decir, Pedro Piedra y Pablo Pueblo, que van a desenterrar a Franco, y para eso tienen un astronauta que se encargará de los algoritmos que hacen falta para mover la losa como los marcianos movieron las moles de las Pirámides.
Una anomalía histórica que sólo el psicoanálisis podría explicar lleva a una España moralmente despellejada a poner a los comunistas (“populistas”, para la derecha arruinada) como garantes de las cosas de la libertad y la decencia.
En la Primera Transición, Suárez, a quien nadie había votado, fue “liberal” por repartir lo que no era suyo y “demócrata” por legalizar a Carrillo (lo que explica la clase de democracia agenciada). En la Segunda Transición, Sánchez, a quien nadie ha votado, es “demócrata” porque reparte lo que no es suyo y “socialista” porque desentierra a Franco, quizá para abandonarlo en las tapias del cementerio del Este, a modo de media verónica junguiana.
La cultura cani cultiva la audacia, ¿y qué manera más audaz de marcar territorio hay para un pelanas que echar abajo una decisión real?