Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Lo dijo en la víspera Ancelotti, que cada día habla menos y dice más cosas: “Sin el gol de Sergio Ramos en Lisboa, yo no estaría aquí”.
Aquel gol hizo que Canelita se creyera tan importante o más que el presidente en el Real Madrid: jugó esa baza en su renovación, y perdió, frustración que le llenó la barriga de gatos que el sábado, en Sevilla, salieron todos a relucir. Había que congraciarse con el sevillismo, que nunca le perdonó su fuga a Madrid. A Bellingham (¿quién es Bellingham?) le dio arriba y abajo. También a Camavinga. Y no faltó la mueca poligonera con Rudiger. ¿Cómo pudo este tío estar siglo y medio de capitán en el Real Madrid?
De central, pase. Ves enfrente a Alaba y reconoces qué bien estaría aún en ese puesto Sergio Ramos. A su “hat-trick” intelectual en el derbi, Alaba, que no es central, sumó en Sevilla un autogol de bandera que sirvió para que los loros de la TV disculparan a Arrizabalaga (para ellos, Kepa): “Es que viniendo el remate de un compañero es imposible para Kepa”, fue el argumento. Pero el caso es que la sombra de Courtois se hace cada día más alargada; él era la verdadera cubierta del Bernabéu. La justificación de Arrizabalaga en Sevilla fue el cabezazo que le sacó a Sergio Ramos, evitándonos a todos el bochorno de la celebración que hubiera desatado el autor del gol de Lisboa.
Su gol de Lisboa es el “mantón bordao” de Canelita en el fútbol.
–¡Que no vendas tú, “manques pases jambre”, / tu mantón “bordao”!
Ésta es la clave de toda la actitud social de Andalucía: los demás pueblos luchan para no “pasar jambre”. Andalucía lucha, cuando lucha, por su “mantón bordao”. Esto lo explica Pemán en su “Sociología andaluza”, que no sabemos si tiene que ver con ese “madridismo sociológico” al que en Barcelona atribuyen los pagos del Barcelona al árbitro “senyor” Negreira.
En la visión de Pemán, Canelita tiene algo de rey destronado, de ángel caído. Cuando, para saludarse unos a otros por la vereda, sobre el borriquillo blanco, se tocan levemente el ala del sombrero, parece que sonríen levísimamente y que aluden a un mismo pensamiento de oro: “¿Te acuerdas?” Por eso su “cante” tiene languidez de canto moro de caravana. Y por eso la copla madre de todas las coplas, se llama “soleá”, adaptación de la “saudade” portuguesa, oscila entre la melancolía y la añoranza. Y por eso cuando el campesino andaluz, liando un cigarro, empieza un cuento, dice invariablemente: “Hubo una vez un rey…”
–¡De esto es, pues, de lo que se acuerda el andaluz. No de la gloria de América o del Califato, sino de “un rey” que “hubo una vez”…
Hubo una vez un Canelita. Y hoy hay otro; tan otro que, para hacer afición en Nervión, ha llegado a decir: “Ahora me toca sufrir los arbitrajes”. Y como sea que la concausa de la causa es causa del mal causado, el arbitraje del sábado arrasó al Real Madrid en Sevilla, sin que en ninguna de sus distintas salas (el falansterio de Cantalejo tiene más salas que el Supremo) se diera nadie por escandalizado, pues el escándalo, como ha dicho Guardiola en Inglaterra, no eran los pagos a Negreira, sino cómo jugaba de bien el Barcelona. Y ponía cara de Raphael para acogotar al periodista inglés:
–No me importa que murmuren / Y que mi nombre censuren / Por todita la ciudad / Ahora no hay quien me detenga / Aunque no pare la lengua / De la alta sociedad. / Escándalo, es un escándalo / Escándalo, es un escándalo…
Guardiola y la calle saben que nada va a pasar, puesto que el río de la Amnistía lo limpiará todo, y por eso se permite bromear con enviarle videos de “su” Barcelona (“el escándalo era cómo jugaba aquel equipo”) a un plumilla inglés en cuya cabeza todavía andará dando vueltas Ovrebo en la eliminatoria con el Chelsea en Londres. ¿Negreira? Otro invento del “madridismo sociológico” (?), al decir de Laporta, que no sabe, el hombre, que “sociología” es un “flatus vocis”, es decir, que no existe.
Contra aquel “escándalo” de equipo guardiolés, cuando la edad dorada de Negreira, hubo de jugar en el Real Madrid nuestro Canelita, y, sin embargo, es ahora cuando ha de “sufrir los arbitrajes”: el arbitraje del sábado (árbitros de campo, sala Var y Cuarto de los ratones) lo torturó perdonándole dos goles, un penalti y varias pirulas de amonestación. Si Kepa no desvía su cabezazo, Canelita estaría hoy contoneándose por la Castellana envuelto en su “mantón bordao”. Para el Clásico, que manden a Barcelona a Iturralde, ese duende como de “La Oficina Sniestra” de Pablo San José, que firma autógrafos en las tarjetas.
SEIS PENALTIS
El enésimo Balón de Oro de Messi (darle Balones de Oro a Messi viene a ser tanto tonto como darle Oscars de Hollywood a Andy García) pasará a la historia como el Balón de los seis penaltis de Catar, sede del Mundial concebido (palabras de Infantino) para “reparar la injusticia que supone que Messi no tenga un Mundial”. De los seis penaltis catarís lanzados por Messi uno acarreó consecuencias nefastas para un gran futbolista, Dembelé, que en la Final tuvo la desgracia de contactar con Di María en el área y activar el pito del árbitro que señaló el punto fatídico, que resultó ser una especie de “ictus” en la carrera del extremo francés. Ni en Barcelona ni en París ha vuelto a ser el mismo.
[Lunes, 23 de Octubre]