Cuando no había internet y las reglas eran 18 y muy facilitas
Francisco Javier Gómez Izquierdo
No creo que el fútbol desaparezca. Tiene tal incidencia en las naciones y tanta influencia entre políticos de todos los países del mundo que su demolición resulta imposible y sospechar su muerte, una ensoñación locoide. El fútbol seguirá hormigueando las tripas de niños, adolescentes y veteranos, pero también seguirá pariendo trincones, mercaderes y gentes que adaptan sus cuerpos y sus espíritus para vivir como príncipes entre las corrompidas aguas de los estamentos futbolísticos. "¡La vida! q'ues asín". Será, ya es, otro fútbol, pero será porque no hay nada comparado ni que se iguale a ver en un estadio a Pelé, Maradona, Cruyff, Messi, Cristiano... o estos Bellingham, Haaland y Mbbappé de ahora. No hay mayor espectáculo. No hay cosa que mueva tanto dinero y del que viva tanta gente como el fútbol.
Sentado este principio, a servidor le causa desasosiego el continuo movimiento de las palas de enterrar que maneja un día sí y otro también el gremio arbitral. Bueno, mejor... los que mandan a los colegiados. No sólo en España ¿eh? El cáncer es mundial, pero la mayor gravedad está en Europa. Se está cavando una gigantesca fosa que enterrará el fútbol que nació sano y sin enfermedad con un reglamento perfecto por su fácíl comprensión. Cada temporada, los que manejan el asunto, se inventan una nueva variedad de condones, circulares y ridículas interpretaciones que han confiado a una máquina infernal, para sacudirse responsabilidades. "Ah, ha avisado el VAR" ó " No, no... No ha dicho nada el VAR", y así, con ausencia de dolo y culpa se perpetra el disparate que se quiera. Eso sí, los arrendatarios del negocio serán las televisiones. En el estadio, en vivo, dentro de poco no vamos a saber que pasa por lo que habrá que dejar de acudir.
El juego está "capao". No se pita igual la misma mano y a igual colocación de atacantes en una tarde se pita fuera de juego y en otra, no. El sindiós es que en el mismo partido, la misma jugada no se sancione igual en un área que en otra. Para emponzoñar mucho más el negocio del fútbol, la FIFA ha repartido el Mundial del 2030 como si fuera una baraja. Seis son los jugadores, tres potentes y otros tres a hacer bulto. Don Infantino, que sólo ve dineros y no fútbol, no sé si tenía previsto que Chile se pudiera enfadar por tener al país en menos que al Paraguay. Y lo que más nos tiene a los españoles escamados, aparte de las sedes, es dónde se jugará la final. ¿Tenía este hombre conocimiento del orgullo de Marruecos o el de Portugal, naciones que pasean sus banderas con mucho sentimiento y hasta casi devoción? ¿Prometió a D. Rubiales no se sabe qué, y ahora está liberado de sus compromisos?
Algo no... Todo el fútbol huele a podrido.