jueves, 12 de octubre de 2023

Novillada sin picadores. Final del Certamen Camino hacia Las Ventas. Es lo que hay y es lo que tiene. Pepe Campos



Pepe Campos


Plaza de toros de Las Ventas. Novillada sin picadores. Miércoles 11 de octubre de 2023. Tres cuartos largos de entrada. Muchísimo público muy joven en los tendidos. La andanada del seis, de abonos anuales gratuitos, casi vacía. Tarde maravillosa. Final del Certamen Camino hacia Las Ventas.


Seis novillos (erales) de Lorenzo Rodríguez Espioja (procedencia Lisardo Sánchez y Jandilla, por el comportamiento parecieron de ascendencia Domecq) que dieron juego. Todos nobles. Bien presentados. El primero, suelto, con algo de guasa. Segundo, cuarto y quinto nobilísimos. El tercero, pronto. El sexto, excelente, una máquina de embestir. Novillada idílica para el toreo. 


Terna: Álvaro Serrano, de Navas del Rey (Madrid), de veinte años, de azul marino y oro; cogido en su primer toro al iniciar un lance de capote en el tercio, a la altura del siete: cornada de dos trayectorias en el muslo derecho, de 15 y 10 centímetros, pronóstico grave. No pudo continuar la lidia. Mariscal Ruiz, de Sevilla, de diecinueve años, de blanco y oro; ovación tras un aviso, oreja y palmas después de un aviso. Sergio Rollón, de Madrid, dieciséis años, de berenjena y oro; silencio, ovación y silencio tras escuchar un aviso.

Fue declarado vencedor del certamen, Mariscal Ruiz.



Los legionarios, en el tendido

Después de la actuación rotunda, del pasado domingo, de Borja Jiménez con los toros de Victorino Martín, acudimos con fe renovada a Las Ventas. El toreo canónico de Borja Jiménez en ese festejo había producido una catarsis profunda en la afición madrileña, que pensaba haber recibido, con ello, suficiente aliento vivificador hasta la llegada de la próxima temporada. Parecía como que un impulso vital nos trasladaría con excelente ánimo hasta el mes de marzo, cuando debe reabrirse, para dar toros, el edificio donde se ubica la denominada cátedra del toreo. Pero los elementos erosivos, que habitan en el mundo de los toros, se ve que aparecen a la vuelta de la esquina, sin respetar el regusto esperanzador que nos dejó el renovado toreo antiguo exhibido por el citado torero de Espartinas (Sevilla), que se convierte, por eso, en protagonista invernal de la actual fiesta de los toros. Los componentes corrosivos que arrastra la tauromaquia desde hace un cuarto de siglo volvieron ayer a hacerse presentes en la arena de la plaza de Madrid. ¿Y cuáles son esos agentes que desgastan y roen y resurgen desde que se inició el siglo XXI en las novilladas y en las corridas de toros? La respuesta sin duda es evidente, conocida y clara: «el destoreo». Es decir, una especie de toreo al revés que está instalado en la mente de los diestros, ya sean novilleros o matadores de toros, y que es dificilísimo erradicar y despachar para siempre de los ruedos taurinos. No debemos ver tanto la culpa de la fiesta en los animales que se lidian (que también). Pero ayer excelentes, por nobles y obedientes. Sino que, tenemos que pensar que, esa presencia de una «ejecución de las suertes en las lidias sin consumar debidamente sus tiempos» reside, principalmente, en la enseñanza que se transmite a los jóvenes aspirantes a matadores de toros por parte de sus profesores (viejos matadores, banderilleros retirados o aficionados conocedores), y que se convierte en una losa que sepulta a toda nueva personalidad y a todo atisbo de creatividad. Y que se extiende y queda anclada, per se, en general, en el escalafón superior.

Lo vimos en la novillada de ayer tarde, lo experimentamos, vívidamente. Los novilleros destorearon por doquier, reproduciendo en el ruedo los aprendizajes recibidos. Un toreo con el pico de la muleta, la descolocación ante el novillo, echar al astado hacia las afueras, esconder la pierna de salida en los pases, sin rematarlos, hacer todo muy despegado; ir perdiendo terreno frente a los novillos dentro de las tandas, es decir, torear hacia atrás y no hacia adelante. Y un sinfín de manejos que alejan de toda emoción a la interpretación del toreo para que no llegue al paladar del aficionado. Para que todo se convierta en anodino, previsible y rutinario. Sin chispa, sin alma, sin vida. No es culpa de los jóvenes toreros —aunque deberían por sí mismos estar avisados de los engaños que se les transmiten, si sienten la afición—, es inobservancia de sus maestros que enseñan para equivocar o que padecen desconocimiento (nos moveríamos entonces en la catadura goyesca). O que, tal vez, les preparan para que sean figuras del toreo (es decir, una manera de progresar destoreando y mantenerse en el medio sin respeto a las reglas clásicas de la tauromaquia) porque interesa más un éxito conseguido a destajo que la grandeza de hacerlo siguiendo las normas de lo bien hecho, que no son otras en esto del torear que tener disposición, mostrar conocimiento, dar el medio pecho en los lances (pases), cruzarse ante los astados, buscar el embroque ceñido sobre la pierna adelantada dentro del lance (pase) para rematarlo atrás, detrás de la cadera y dejar al animal a la distancia que permita la ligazón con nuevos pases, tras leve giro de los talones, «sin solución de continuidad». Este toreo categórico se lo vimos hacer a Borja Jiménez el domingo pasado, 8 de octubre de 2023. Fue muy emocionante. Si bien nos tememos que una cohorte de intereses e interesados puede cercar a su persona y a su tauromaquia, para que desista de todo empeño libre y libertador y vuelva al redil de la convención y de lo mortecino. Su ser, su ente, debe estar sobre aviso, alerta. Lo deseamos.

Si entramos en el análisis de lo sucedido en la arena en la novillada de ayer, podríamos decir que lo más interesante fueron las verónicas, de buen corte, de Álvaro Serrano al iniciar su labor con el capote, poco antes de ser cogido por el novillo más despierto del encierro. Una lástima. A continuación, el asunto quedó en un mano a mano entre Mariscal Ruiz y Sergio Rollón. Los dos novilleros torearon según hemos explicado más arriba, con todos esos defectos, aunque con la virtud del temple, pero con demasiadas prevenciones o ventajas que invalidan valoraciones ante novillos de carril, ideales y de ensueño. Mataron, además, con alivios. Todo puede ser reparado, pues están a tiempo, sus edades se lo permiten si se aperciben de ello, y ponen el empeño en reconducir su modo de enfrentarse a los astados ante cualquier tipo de público y en cualesquiera ocasión. El camino de la tauromaquia no es un camino de rosas de papel, ni de plástico. Digamos.



Los novilleros destorearon por doquier, reproduciendo en el ruedo los aprendizajes recibidos. Un toreo con el pico de la muleta, la descolocación ante el novillo, echar al astado hacia las afueras, esconder la pierna de salida en los pases, sin rematarlos, hacer todo muy despegado; ir perdiendo terreno frente a los novillos dentro de las tandas, es decir, torear hacia atrás y no hacia adelante