martes, 10 de octubre de 2023

Amnistía y Teatro

 


1977


Francisco Javier Gómez Izquierdo


            Todos conocemos normas injustas en España.  Normas que no respetan la igualdad de los ciudadanos ante la ley. Normas que muestran firmeza ante el débil y camaradería ante el fuerte... o ante ¡claro está! el camarada. Normas que huelen a inconstitucionales. Normas que te pueden llevar a la ruina física y económica. No es cuestión de señalar aquí el nombre y número de las normas, pero usted pregunte a un funcionario de prisiones que conozca y le facilitará varias páginas sobre agravios penales y penitenciarios que él ha conocido.

        En este teatro que se está representando sobre la amnistía, servidor sólo pide que la población reclusa ni se sienta ni reaccione como la de mediados de los 70 con motivo de la última ley de la "generosa" figura jurídica, ésa de la que todo quisque habla y que nadie padeció como los funcionarios de prisiones. Aquella ley de 1977, redactada por tipos de, en teoría, muchos conocimientos, despreciaba a los mismos delincuentes que desprecian estos jurisperitos de hogaño que no necesitan estudiar Derecho para sabérselo todo. Está escrito: "Artículo 1º.- Quedan amnistiados:  a) Todos los actos de INTENCIONALIDAD POLÍTICA, CUALQUIERA QUE SEA EL RESULTADO, tipificados como delitos y faltas realizados con anterioridad al día 15 de diciembre de 1976". En el artículo 2º se amnistiaba la rebelión y la sedición, la objeción de conciencia, el hablar y tal y tal.. pero, ¡amigo mío!, de los presos SOCIALES, ni mención. En "el cualquiera que sea el resultado" no cabía el robagallinas ni los artistas de los radiocasettes ("los Grundig eran los  más cotizados"). ¿Cómo no iba a reaccionar uno de esos choros pillados por la heroína y que veía salir a Zabarte Arregui, el carnicero de Mondragón, Múgica Garmendia, Santi Potros... y que tenía algún libro leído y escuchaba en los patios a los portavoces de la COPEL? Portavoces que luego se metieron en el GRAPO y en los grupos antisistema de la época. Hasta el cura Xirinachs, curioso personaje que odiaba a España y a todas sus "fuerzas represoras", tuvo piedad de aquellos funcionarios martirizados por el clima de agitación y destrucción que se adueñó de las cárceles por los agravios de la ley de Amnistía, y así lo soltó en el Congreso.

     De lo que se vivió en las prisiones en la Transición se han hecho películas y se han contado muchos cuentos, pero que tú, funcionario, entraras de turno y no pudieras hacer recuento porque los cabecillas no te dejaban pasar a la galería o al módulo, te tuvieras que salir de la oficina de centro porque "salid, que la vamos a romper", que se hicieran hogueras en los patios y galerías con el mobiliario, que de repente apareciera un interno con la barriga abierta y las tripas en la mano, que tú no mandaras nada y tuvieras que acatar lo que el Kíe de turno dispusiera para la jornada... ésas vicisitudes quedan para los que las vivieron: presos normales y funcionarios, espantados ante tanta crueldad gratuita.

      No creo que mis queridos compañeros "boquis", a pesar de tener a todo el Gobierno en contra, y el que más a su ministro, vuelvan a conocer meses como los del 76, 77, 78... pero a veces, los caprichos de unos pocos inconscientes que presumen mandando y no quieren dejar de presumir, traen consecuencias tan inesperadas que convierten en pesadilla lo que se cree puro teatro.

       Curioso el cartel de la representación del Beaterio de Santa María Egipciaca que me he encontrado esta mañana en el bulevar con motivo de los 150 años del Teatro Principal de Córdoba. Mariana Pineda, la política, compartiendo confinamiento con las prostitutas de Granada. En el cartel aparece la petición de una amnistía que no encontró destinatario.