Camilo José Cela, el del Premio, banderilleando a una vaquilla
Hughes
Abc
Los Laudrup tienen que ser a Dinamarca lo que los Fernández Ochoa a España. Una anomalía estrictamente familiar. El Copenhague es la mezcla de un modesto de la Liga y el sueño erótico de una española. Once carpinteros fornidos dispuestos en futbolín. Con este rival todo lo bueno sería un triste ardid para la autoestima del Madrid, como superar un rechazo amoroso yendo a ver a la abuela para que nos tire de los carrillos (¡de los carrillos de Ancelotti!).
Marcelo volvió a jugar
El equipo salió con el 4-3-3, pero con la base del triángulo centrocampista hacia arriba. La táctica es eso: mover de lado un triángulo.
El ataque madridista fueron los centros de Marcelo, que aún dirá que a él le queda la camiseta como a Llorente. Uno lo remató Benzema mientras le hacía la cama un noruego. El francés parece una nutria entrando y saliendo del área. Luego remató con suerte Cristiano ante un portero cegado por el sol. Desde que su hermana sacó el single cada vez que marca deseamos que baile el «Boom sem parar». Pero no lo hace. Al madridista lo que le queda es consagrarse a la estadística de Cristiano, sacarle ratios y porcentajes como un político con lo que le da el INE.
El Madrid pegó un par de taconazos y el público gritó ¡olé! Un olé equivalente al olé nórdico ante una vaquilla reumática en la plaza de toros del verano.
Hubo una jugada esclarecedora. El tres de ellos cogió la pelota en su área y avanzó hasta la cal contraria sin oposición. Luego forzó un córner que acabó en el larguero. Recordó a ese periodista inglés que burla burlando llegó a las dependencias de la Reina Isabel. Y es que un danés con cierto sentido de la aventura puede atravesar el Madrid de parte a parte, tirarse un córner y rematarlo.
Ante la ocasión, su entrenador se tiró al suelo e hizo la croqueta. Algún cachondo debió gritar entonces:
—Faccia la croqueti, míster! Faccia la croqueti!
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