Parot
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Parot es la doctrina penitenciaria que permite al español creativo hacer de su capa un sayo con la justicia.
Como doctrina penitenciaria no pasa de ser una cuenta de la vieja por la cual, si te condenan a mil años de cárcel, por el código franquista sólo cumples veinte, siempre que tus delitos sean de tinte progresista; de lo contrario, llegado el día, te sacan la doctrina Parot y te colocan otros diez, como fue el caso de uno de los hermanos de Puerto Hurraco.
Los Izquierdo mataron por venganza, no “por territorio”, como Chaos, Lasarte o Bolinaga, y los dos murieron en la cárcel: uno de muerte natural, y el otro, ahorcado, el día que, cumplidos veinte años (sin un permiso) de veinticinco, enfermo y septuagenario, como prescribe la letra pequeña, le denegaron la salida.
El código medieval de Franco contemplaba la redención de penas y fue sustituido por el código humanístico de Belloch, que elimina esa figura casi poética y deja las condenas en manos de las juntas de tratamiento, que son los psicólogos (antes, los curas), pues al español, teólogo por naturaleza, lo que le gusta no es aplicar la ley, sino interpretarla.
–El tallo y la raíz del carácter nacional español es su subjetividad –dice Madariaga, amigo de Ortega, que aspira a “objetivar” al español: volver la espalda al capricho y poner los ojos en lo que hay.
Los cursis de la República quitaron la pena de muerte, pero aplicaron la ley de fugas (“¡a la barriga! ¡a la barriga!”).
Los cursis de la Santa Transición se hubieran dejado arrancar la piel a tiras antes de consentir en escribir “cadena perpetua” en la Constitución, pero aplican la doctrina Parot porque los asesinos en serie, que sólo por ser en serie ya saben contar, acoquinan a los funcionarios con lo de “tu muerte nos sale gratis”.
Y ahora nos viene la Audiencia Nacional con la doctrina de “la paz social” (“pax augustea”), que consagra a Zapatero como el Octavio de esta Roma de broma.