Alberto Salcedo Ramos
La palabra “colombianada” es uno de esos neologismos que la Internet ha puesto de moda. No aparece en el diccionario oficial de la lengua española pero todos sabemos lo que significa: un hecho fundamentalmente cómico o raro, tan nuestro como la ruana y el sombrero vueltiao: algo único que, para mal o para bien, no podría florecer sino en nuestro suelo.
A menudo, la “colombianada” es una mofa risueña del hombre al hambre. Por ejemplo, el taburete en el paradero de buses de Sabanalarga, Atlántico, bajo un letrero que reza: “a 200 barras la sentada”. O el curioso local que queda ubicado frente al Colegio Palestina, de Bogotá: “expurgada de piojos y liendres en media hora”. O el baño público de El Carmen de Bolívar en el que aparece el siguiente aviso: “orinada, $200. Con peo, $300”.
A menudo, la “colombianada” es una mofa risueña del hombre al hambre. Por ejemplo, el taburete en el paradero de buses de Sabanalarga, Atlántico, bajo un letrero que reza: “a 200 barras la sentada”. O el curioso local que queda ubicado frente al Colegio Palestina, de Bogotá: “expurgada de piojos y liendres en media hora”. O el baño público de El Carmen de Bolívar en el que aparece el siguiente aviso: “orinada, $200. Con peo, $300”.
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