Ya saben ustedes que el dogma proclama que el pensamiento crítico es un atributo patrimonial de la izquierda, cosa que cualquier memo puede comprobar, porque, como confirma la práctica, el pensamiento crítico sólo es uno, homogéneo e incuestionable. El pensamiento crítico, en definitiva, es el que coincide con el nuestro. Y los nuestros, claro está, no son los del PP. El corolario de este hermoso silogismo es fácil de establecer: Las leyes del PP sólo pretenden crear mano de obra mansa y obediente, sin capacidad de pensar por sí misma. Y ya ven ustedes, esta bazofia lógica funciona entre nosotros con una capacidad de convicción que para sí quisieran las matemáticas. De sus poderes contaminantes dan muestra objetiva los sucesivos estudios internacionales sobre la calidad de nuestro sistema educativo. ¿Pero a quién le importa la realidad si podemos salvar nuestros prejuicios?