José García Domínguez
Los estrategas de Convergencia calcularon que ese desorden anárquico sí se iba a producir. Y hacia estas fechas, esto es, en las vísperas míticas de 2014. Erraron el tiro, es evidente, pero por poco, por muy poco. Su cálculo, al cabo, no parece en absoluto descabellado. Con la prima de riesgo en 649 puntos, descontaron que España acabaría intervenida por la Troika, perdiendo en ese instante la poca soberanía que le resta. Y que, al tiempo, la tensión extrema en los mercados forzaría la salida de Grecia del euro, dando inicio a la voladura controlada de la moneda única. O sea, pensaron exactamente lo mismo que las élites económicas españolas. De ahí la masiva fuga de capitales que llegaría al clímax del histerismo en 2011. Ante semejante escenario, con el país administrado desde el exterior, un corralito bancario y el euro en plena descomposición, el plan independentista no hubiera supuesto ninguna idiotez. Al contrario. Pero les ha fallado la premisa mayor. De momento, al menos. Y ahora están, ¡ay!, metidos en un lío. Que los moque la yaya.
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