Ernest Gellner
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La Ilustración dio la tabarra con que la razón hacía al hombre.
Pero vino el Romanticismo y dijo que al hombre lo hacen las raíces, y ahí siguen, emoción contra razón, con su tabarrón.
El nacionalismo se quedó con la copla romántica, y ahora presume de oír crecer la yerba.
–En la segunda parte, el césped estaba muy alto –ha sido la explicación de un jugador canterano (“arraigado”) del Barça a su mal partido en Pamplona.
En Nueva York, Walt Whitman, onanista tremendo, arrimaba la oreja a la yerba para oír el rumor de la “atlética democracia” americana.
En Barcelona, el Tata Martino, que viene de Argentina, se sentó con el entrenador de los rondos del Barça, que le dijo:
–Si no los miras y oyes sólo el ruido del balón, parece una canción.
La canción que oye Roura en los rondos del tiquitaca culé (Stravinsky contaba que un caño descompuesto le dio el motivo de “Las nupcias”) sólo puede ser “Els segadors”: “Bon cop de falç! / Bon cop de falç, defensors de la terra! / Bon cop de falç!”
Después de todo, Cataluña tiene consagrado estatutariamente su “derecho al paisaje”: la tierra patria como fuente de vigor y de salud nacionales.
Los primitivos creían que los demás se meten dentro de uno por el oído, y los alemanes dicen que el alma es algo que no para de recibir visitas: la última, la de Guardiola, heraldo del rondo o rizoma culé, cuyo pancatalanismo va siempre suspendido en un “malapropismo” de Zapatero (“Con mi paz.”, firmaba este individuo libros en la Feria), al modo del personaje de Proust cuyo amor iba siempre suspendido en una “frase” de Vinteuil.
Ernest Gellner chupó muchas raíces para estudiarlas y concluyó que romanticismo, comunitarismo, populismo, vitalismo y biologismo, combinados, dan lugar a la política de ciudadanía-a-través-de-las-raíces… y de persecución de los desarraigados.
–En la segunda parte, el césped estaba muy alto.
Por eso en Barcelona cantan “Els segadors” en los descansos.