Francisco Javier Gómez Izquierdo
Esa manía locoide que tienen los españoles de hacer leyes como si fueran biblias para interpretarlas conforme a insensato discurrir lleva, en más ocasiones de las soportables, a escandalizar en tierra extraña y a que se nos afee tan asqueroso vicio. Estrasburgo no podía decir otra cosa que la que ha dicho, si atendemos al principio fundamental de todo ordenamiento jurídico: la irretroactividad de las leyes. Principio demoledor en toda civilización. En nuestra Constitución -que no sé si vale de algo- hay un artículo 25, que no puede ser interpretado. Sólo procede su aplicación, y no es cosa de que prusianos traduzcan lo que uno mismo ha escrito.
Me cuento entre las personas más afectadas por el eterno desvarío de nuestros políticos de no querer legislar con sensatez y buen juicio. Desde los 80 ha habido tiempo para redactar una docena de artículos más imprescindibles que necesarios, para que los canallas y los adictos a matar al descuido cumplan años de cárcel conforme a derecho... pero cuadrillas de estultos, que es lo que abundan en España, renegaron de la redención de penas por considerarla franquista, sin reparar que en primer grado no se redimía, y abandonaron el cumplimiento de penas a los equipos de Tratamiento, auténticos instrumentos políticos.
Esa manía locoide que tienen los españoles de hacer leyes como si fueran biblias para interpretarlas conforme a insensato discurrir lleva, en más ocasiones de las soportables, a escandalizar en tierra extraña y a que se nos afee tan asqueroso vicio. Estrasburgo no podía decir otra cosa que la que ha dicho, si atendemos al principio fundamental de todo ordenamiento jurídico: la irretroactividad de las leyes. Principio demoledor en toda civilización. En nuestra Constitución -que no sé si vale de algo- hay un artículo 25, que no puede ser interpretado. Sólo procede su aplicación, y no es cosa de que prusianos traduzcan lo que uno mismo ha escrito.
Me cuento entre las personas más afectadas por el eterno desvarío de nuestros políticos de no querer legislar con sensatez y buen juicio. Desde los 80 ha habido tiempo para redactar una docena de artículos más imprescindibles que necesarios, para que los canallas y los adictos a matar al descuido cumplan años de cárcel conforme a derecho... pero cuadrillas de estultos, que es lo que abundan en España, renegaron de la redención de penas por considerarla franquista, sin reparar que en primer grado no se redimía, y abandonaron el cumplimiento de penas a los equipos de Tratamiento, auténticos instrumentos políticos.
Que el Equipo de Huelva que lleva dos o tres años observando a De Juana no le da el tercer grado, pues lo llevamos a Madrid, por ser los psicólogos de la capital capaces de evaluar en una semana lo que otros no sospechan en años. Un interno disfrutará de permiso ó tercer grado cuando así lo estime un psicólogo o psicóloga, un trabajador social, un educador.... nunca cuando lo diga expresamente la ley. En España las leyes dan para hablar mucho, pero sólo las entienden los delincuentes.
La doctrina Parot fue una torpeza, propia de políticos españoles que actúan como cortijeros sin que nadie ose frenar sus disparates. Ni siquiera los jueces, grumetes de un barco sin ley en el que a veces uno no sabe si pecan por ignorancia, qué malo... o por maldad, qué remalo.
Un servidor no tiene estudios. Quiero decir que no tengo carrera y que me quedé en el COU setentero, pero viendo las remesas de abogados con los que trato de continuo, empiezo a sospechar que sobran las facultades de Derecho. Perdonable es en abogadillos logsianos la incomprensión de los escrito, pero escuchar a jueces divagar sobre lo evidente me tiene totalmente desmoralizado... porque hasta hace 20 años creía fervientemente en el Estado de Derecho, hasta que llegó esa psicolocracia que prostituyó la Justicia:
-Esto es conveniente. Esto no. El momento político aconseja...
-Esto es conveniente. Esto no. El momento político aconseja...