Todo lo malo viene de Estrasburgo
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El dios de la lluvia llora sobre España, y los estudiantes no pueden salir a la calle a hacer huelga.
–Los colegiales / estudian. Monotonía / de lluvia tras los cristales.
Alguien debería aprovechar la ocasión de decir a los colegiales que sólo sus agitadores tienen el futuro asegurado (como liberados del Sindicato o como bocachanclas del Partido), mientras los demás irán de huelga en huelga hasta los váteres de Londres o Berlín, que son el destino que Europa tiene reservado para los frutos más granados de la Generación Mejor Preparada de la Historia.
Esta lluvia es buena para el campo, pero mala para la huelga, porque se mojan las Converse, herederas de la alpargata menestral, glosada en su día por don Eugenio d’Ors contra la sandalia nihilista.
Al carácter nacional de la alpargata obedeció la orden de 1944 que obligaba a entregar las alpargatas viejas al comprar las nuevas (la escasez de caucho aconsejaba no desperdiciar las gomas), y cuando Ridruejo fue a El Pardo a pedir a sindicatos, Franco le dijo que lo que el obrero nacional necesitaba era, no sindicatos, sino bicicletas, para no mojarse las alpargatas cuando llovía.
Ridruejo, en vez de conseguir las bicicletas, se fue a un periódico falangista de Valladolid a llamar al dueño de ABC “señorito liberal y demócrata” porque había luchado por la monarquía liberal, no para sustituir la dictadura del proletariado por otra militar.
El caso es que, si en el 21 hizo D’Ors la glosa intelectual de la alpargata, en el 24, y desde Estrasburgo, hoy sede judicial de cuantos abogados progres persiguen su cuarto de hora de gloria, Gecé haría la glosa intelectual de la bicicleta, manifiesto ciclofascista que inspira toda la movida municipal del carril-bici.
–Nunca la pierna femenina –escribe Gecé– adquiere mayor relieve ni mayor gracia que al empujar briosamente el pedal: la pierna hasta la rodilla que vemos en el cruce fugaz.
Ahí está Joane Somarriba.