Ignacio Ruiz Quintano
Abc
No gasto TV, pero por Hughes me entero de que TVE (ahora, y por la ley de la alternancia, ministerio de propaganda pepera) da bolilla a las cosas del Willy Toledo americano, Oliver Stone, que vende teorías como los moros alfombras, y TVE le ha comprado la de que Europa debe su libertad a Stalin.
Así que TVE, más que un ministerio, parece un falansterio, donde el martes, según leo, los chicos de Paloma del Río (“¿Culé? No. ¡Yo soy antimadridista!”) callaron como en el No-Do un flagrante fuera de juego en el gol de la victoria del Atleti en Oporto.
El caso es que TVE no vive de los anuncios, sino de los impuestos, y el contribuyente madridista ve en ese “pañuelo de silencio” sobre el fuera de juego de Oporto un agravio comparativo con el contribuyente atlético, recordando la cencerrada oficial por el penalti de Elche (¡nuevo “Misteri d’Elx”!) con el Real.
Es una pena la renuncia de TVE a la publicidad. Primero, porque su dinero se quedaría en España, y luego, porque lo mejor de cualquier programación siguen siendo los anuncios, incluido el de la Academia Española, que tanto ha sulfurado a la inquisición feminista, tan callada como TVE con el fuera de juego atlético cuando en noviembre de 2012 un piquete informativo de la huelga general escracheó durante siete minutos inacabables a una comerciante de la capital.
A esta inquisición le pasa, en vieja, lo que a Mafalda en joven, como recordaba un tuit que ayer corría por ahí:
–Hay mujeres tan complicadas que cuando se les aparece el príncipe azul no es el tono azul que querían.
El anuncio es idiota, como la sociedad a la que se dirige, jugando con el lema tripartito (“limpia, fija y da esplendor”) que al mismo Pemán, su director, ya le sonaba a zotal, por culpa, pensaba él, de la invasión publicitaria de los detergentes en la TV.
Hace tiempo que la Academia padece del síndrome de Diógenes y recoge lo que sobra por las calles: anuncios, palabronas… y académicos.