domingo, 20 de abril de 2025

Orgullo

San Otón, Obispo



Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


Alain de Benoist tiene dicho, y a mí me viene bien repetirlo, que el ostracismo es la única forma de ser libre que hoy le queda a uno, con lo cual, y aprovechando la efeméride laica del día, nos valdremos de esta feliz exclusión para intentar gozar un poco de la libertad de meternos en camisas de once varas.


Hoy, sábado, 2 de Julio, festividad de San Otón, obispo, Occidente, en sus anchos ámbitos de luz, se llena de grandes voces, semejantes a las que en pleno Renacimiento pegó Gargantúa al salir del vientre de su madre:


¡A beber! ¡A beber!


Se celebra el Día del Orgullo Gay.


El orgullo fue el pecado de Satán. ¡Ah, aquel orgullo heroico y suicida del español sin dos reales que hacía la admiración de Borrow y demás viajeros! Porque, como sabemos por el costumbrismo, el inglés desprecia el mundo como inglés, pero el español lo desprecia como Fulano de Tal. Orgullo colectivo y orgullo individualista. Por el orgullo perdió el hombre el Edén, y el cristianismo propuso que sólo por la humildad consiguiera recuperarlo. Contra esta idea se sublevó Nietzsche al modo alemán: “Si hubiera dioses –se dijo–, ¿cómo iba yo a soportar el no ser Dios? Por consiguiente, no hay dioses.” Y en el jardín de tan persuasivo razonamiento Russell encontró la serpiente de una premisa escondida: “Todo lo que humille mi orgullo, ha de ser considerado falso.” El orgullo, pues, es un machismo nietzscheano.


¿Orgullo gay? En el habla común, lo contrario de “gay” es “straight”, porque “gay” es eso que la parte más egabrense de Carmen Calvo llama “un anglicanismo”, dándose así por perdida definitivamente la batalla lingüística planteada por La Esmeralda sevillana cuando a la pregunta de si era “gay” respondió: “No, ‘miarma’, yo soy maricón, en español, con acento en la ó.” Y lo que a La Esmeralda más le chiflaba de la recia expresión castellana era que sonaba “a bóveda”.


Lo de “gay” fue un invento de Cary Grant en “La fiera de mi niña” (“Bringing up Baby”, 1939): llevaba puesto un salto de cama y exclamaba haberse vuelto “gay”, modismo hasta entonces reducido a la literatura de índole pornográfica, ya que lo culto era decir “homosexualidad”. Gide definió la homosexualidad como una falta de ortografía que pone en femenino lo que debe ser en masculino. Mientras, en un hotel de París, una carta de Napoleón –el Onán del molieresco Dominique Marie François René Galouzeau de Villepin– a Josefina de Beauharnais batía el récord de todas las subastas por el simple hecho de estar plagada de... faltas de ortografía.