domingo, 20 de octubre de 2024

Tradicional Festival de Chinchón 2024. Los festivales y los viejos maestros




PEPE CAMPOS


Chinchón (Madrid), 19 de octubre de 2024. Tradicional festival taurino, con lleno en los graderíos. Tarde excelente de otoño. Maravilloso ambiente.


Terna: Juan Mora, Paco Ureña, David Galván, Alejandro Mora, Aitor Fernández y Álvaro de Chinchón.


Novillos (desmochados) de las ganaderías, por orden de lidia: Cayetano Muñoz, José Vázquez, Domingo Hernández, Victoriano del Río, Ginés Bartolomé y Jandilla



Hubo un tiempo en el que los viejos maestros, ya retirados o en la etapa final de su carrera, dieron lecciones taurómacas en los festivales taurinos que se celebraban a final de temporada o a comienzos de cada año. Hablamos de lo que muchos aficionados alcanzamos a ver allá en la década de los años ochenta, e incluso en la de los noventa, del siglo pasado. Entonces, por fortuna, fue posible que se anunciaran en distintos festejos de estas características toreros como El Litri padre, Jaime Ostos, Andrés Hernando, Joaquín Bernadó, Andrés Vázquez, Diego Puerta, Paco Camino, Antoñete o El Viti. Se convertían en ocasiones únicas para degustar la tauromaquia de estos matadores de toros que ya no era posible verlos o se encontraban muy cerca de su adiós. Recuerdo de manera particular un festival homenaje a Rafael Ortega Gallito en Aranjuez, años ochenta, donde pude ver a El Viti en una faena a un novillo manso que no embestía por la izquierda, y, cómo, tras llevarle y ahormarle por ese pitón izquierdo, conduciéndole con la muleta con mando, y con cadencia, manejada con la mano derecha en sentido inverso: toda la faena se desarrolló al natural en tandas de muletazos muy templados. Fue aquél un momento de poder ver una manera de torear que con acusada personalidad atesoraba El Viti. Del mismo modo aquellos festivales mostraban formas añejas y peculiares de entender el toreo, que se perdían porque eran propiedad de cada uno de aquellos veteranos maestros, el valor, la torería, el dominio del toreo fundamental, en la verónica, el redondo o el natural. En definitiva, imágenes añejas que desaparecían y eran mostradas de manera postrera para que alguien las guardara o las recogiera, los aficionados en su memoria o los aspirantes a matadores de toros para aplicarlo en su incipiente tauromaquia.


Estas oportunidades de ver aquello que formaba parte de los usos antiguos y clásicos del toreo —existencia de festivales taurinos, con figuras del ayer— se ha ido espaciando con el tiempo, por no decir que ha desaparecido. Por otra parte, nos lleva a pensar como que existiera hoy ausencia de viejos maestros que en estos eventos pudieran decir algo nuevo —por desusado—, ya sea porque estos experimentados matadores deciden no prodigarse, al estar definitivamente retirados del toreo, o porque esos posibles veteranos docentes, en realidad, ostentarían procederes similares a los que emplean hoy los aspirantes a matadores de toros, es decir, porque poseían y se moverían hoy en el mismo registro del toreo moderno o neotoreo que actualmente pueden reproducir muchos de los jóvenes novilleros, pues en su día —aquellos toreros— no albergaron maneras clásicas, tradicionales, personales o puras. Es una cuestión que nos haría reflexionar sobre la evolución del toreo dentro de los mimbres de la neotauromaquia que se ha visto en las corridas de toros de los últimos tiempos, practicada por las figuras del toreo más cercanas a nosotros, de modo generalizado, en los años finales del siglo pasado y en lo que llevamos de siglo XXI. Una etapa verdaderamente neotaurómaca. Para entendernos: con faenas de mucha ligazón, y dilatadas, y poca verdad. No obstante, de manera sorpresiva ayer en el clásico Festival de Chinchón estaba anunciado el matador de toros Juan Mora, y ello, por sí solo, le daba un especial interés al hecho de desplazarse a la localidad madrileña —a disfrutar del festival— poseedora de uno de los enclaves taurinos más bellos de España, por desarrollarse este tipo de festejos en su plaza mayor cercada la arena con los tablones de la antigua barrera de la plaza vieja de Madrid, la que desapareció en 1874.


En cierto modo podríamos decir que «nuestro gozo en un pozo», pues el novillo que le correspondió al maestro Juan Mora no le permitió explayarse en una clase magistral sobre el toreo, y sólo pudo exhibir viejos aires de torería al ensayar la verónica mecida y templada en un par de ocasiones y el natural pleno de preciosismo y sabor añejo en algunos cuantos muletazos que nos transportaron a la tauromaquia de Juan Mora, aquÉlla que pudo manifestar allá por los años ochenta como joven matador de toros. Un torero en aquEl tiempo de enorme talento y de formas artísticas, y después con una carrera que tuvo sus momentos álgidos y con su «canto del cisne» en la Feria de Otoño de Madrid en 2010, cuando caló en la afición madrileña con profundidad con una faena, a un toro de Torrealta, intensa y breve —algo ya no usual— rematada con prontitud por llevar la espada de verdad sin uso de estoque simulado —algo a lo que debería dársele una vuelta, para que los finales de faena no se conviertan en eternos—.

 

Ayer Juan Mora volvió a torear con la espada de verdad en su mano derecha, y tras esa faena que podríamos definir de «detalles al natural» y con algún pase del desprecio candoroso, la empleó para matar sin dilaciones de un pinchazo y estocada caída. A continuación, el mejor toreo correspondió a lo realizado por Paco Ureña, en sus ensayos ceñidos de la verónica, y, sobre todo, en su toreo



en redondo, donde en algún momento toreó con clasicismo, con compás y mando. No vamos a descubrir ahora a Paco Ureña, un torero con corazón, no del gusto de los aficionados a las figuras del toreo, pero sí de los que valoran el compromiso y el ajuste. De la actuación de David Galván quedaron Las Poncinas, que parece ser va a ser su seña de identidad una vez ido el torero que las inventó, el maestro de Chiva. De los tres novilleros anunciados, comentar que hubo pocas cosas que reseñar, pues si lo hiciéramos con rigor nos moveríamos por los caminos del desánimo y de la decepción.





FIN