domingo, 13 de octubre de 2024

Cabrera



Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


La ministra Cabrera, que no egabrense, como Carmen Calvo, para educarnos en valores nos propone  la lectura de “Alí Baba y los cuarenta maricones”, obra de Nazario, príncipe de la generación víbora. ¿Que qué valores son esos? Desde luego, no los que cultiva Arenillas, su sin par esposo: poco trabajo, poblado bigote, buena mesa, mejor vino, y detrás, una grande mujer capaz de deslumbrar intelectualmente a Rodríguez, que la hizo ministra de los valores. En una palabra: Arenillas a remojarse con “Romanée Conti”, y los demás, a masturbarse con Nazario.


Lo que estás perdiendo entre tus dedos, Póntico, ¡es un ser humano! –satiriza Marcial (9.41) al pobre estoico.


Otro romano, pero gaditano, el Séneca, observó:


Siempre lo que había molestado en el Evangelio era que no nos dejaran amar a todas las mujeres. Ahora resulta que lo que más molesta es que nos manden amar a todos los hombres.


Que el evangelio progre pasaba por Alí Baba era un lugar común desde el fogonazo de magnesio de Gordon Liddy: “Progre es el que se siente en deuda con el prójimo y propone saldarla con tu dinero.” Pero los cuarenta maricones de Nazario para amenizar los valores de Cabrera –nada que ver con los de Arenillas– constituyen el Libro del Régimen.


Hemos pensado, señora, si le parece, regalarle algún libro –dijo una comisión pueblerina y agradecida a la esposa de un ministro.


¡No, por Dios! Ya tiene uno.


Platón, que era más maricón que los cuarenta maricones de Nazario juntos, nos presenta a un Sócrates que afirma ignorarlo todo menos el erotismo y que condena la poesía por falsa y por incitar al deseo erótico. Ahora, el gobierno de un país en el que los lectores de Gala pueden llegar a creer que Hernán Cortés era una moña, al grito de “¡cuantos más polvos mejor!”, propone a Nazario como el Homero de la nación. No es casualidad, pues, que un tal Sebastián afeara con la foto de una mujer el gusto reaccionario de Gallardón.


Los valores de Rodríguez provendrían de la Antigüedad clásica, donde, según Gibbon, de los quince primeros emperadores, Claudio fue el único cuyo gusto “era absolutamente correcto en materia de amor”, a pesar de lo cual Cicerón hubo de defender a Cneo Plancio de la acusación de haber llevado a un amante al campo. Valor por valor, Cabrera Infante vivió fascinado por este anuncio de la prensa cubana: “Doy por culo a domicilio. Si traen caballo, salgo al campo”.