martes, 1 de octubre de 2024

El factor Cheney



Ignacio Ruiz Quintano

Abc


En América, “para salvar la Constitución”, los Cheney, Dick y Liz (papá e hija), votan por Kamala Harris, elevada por los medios a la leyenda de hija intelectual de Adlai Stevenson.


En los 248 años de historia de nuestra nación, nunca ha habido un individuo que represente una amenaza mayor para nuestra república que Donald Trump –dice el tipo que de la mano del juez Scalia, su compañero de caza, manipuló la Constitución para, sobre la base de información falsa, librar una guerra que dejó Iraq como un aparcamiento.


Dick Cheney es la encarnación siniestra del baile de máscaras en el bipartidismo americano: lo que era rojo ahora es azul, y lo azul, rojo. En palabras de Robert F. Kennedy Jr: “El Partido Demócrata de RFK y de JFK era el partido de las libertades civiles y la libertad de expresión. Hoy es el partido de la censura, los confinamientos y la coerción médica; está plagado de belicistas neocones, de representantes de las corporaciones… Es el partido de la guerra legal”. El partido, pues, de las elites, cuya auténtica rivalidad no tiene lugar entre la Facultad de Empresariales de Harvard  y la Facultad de Derecho de Yale, “sino entre éstas y West Point”, dicho por Sheldon S. Wolin, un pata negra de la izquierda académica que desde “el fraude electoral de Florida” en favor de Bush no le quitó el ojo a Cheney, “conocido evasor de la conscripción durante la guerra de Vietnam”, como todos nuestros belicistas.


El trajín de Cheney con Scalia para alterar la Constitución tuvo su intríngulis. El neocón ponía la voluntad de poder, y el juez, la artimaña jurídica. Scalia era originalista, y decía inspirarse en Hamilton para servirle a Cheney la figura del “ejecutivo unificado”, es decir, el poder inapelable. Para “vender” su doctrina presidencialista (un ejecutivo “en una sala mano” “energetic”), y que no se confundiera con la monarquía absoluta ni con la dictadura militar, Hamilton soltó un discurso de cinco horas en Filadelfia, sin éxito. Cheney, en cambio, sólo necesitó de un tarjetón de Navidad con una cita poética de Franklin: “Y si un gorrión no puede caer a la tierra / sin que Él lo note, ¿es probable que un imperio / pueda alzarse sin su ayuda?” El 11S hizo el resto, y todo fue ya “guerra contra el Terror”, con su rico folclore de la guerra preventiva (la guerra de anticipación, avisa Wolin, es el “Lebensraum” de la era del terrorismo).


A mis amigos demócratas, a mis amigos independientes y a los indecisos en estas elecciones: el voto por Kamala Harris es un voto por Dick Cheney, el arquitecto de todo lo que ha ido mal en Oriente Medio. Por eso me enfermó oír hoy a Cheney, pues tenemos personas que murieron en esas guerras por culpa suya –resume la situación la ex demócrata Tulsi Gabbard.


Una sierpe del Paraíso, el sociópata Klaus Schwab, anuncia silbando la llegada de una agencia digital preventiva que “arrestará a la gente antes de que cometan los crímenes”.


[Martes, 24 de Septiembre]