sábado, 1 de junio de 2024

Corrida (remendada) de Santiago Domecq para Uceda, cumplidor; Talavante, insoportable; y Borja Jiménez, que dejó las ganas de verlo con los victorinos. Márquez & Moore

 


Purísima y oro de Uceda


JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


«Oscuro y tormentoso se presentaba el reinado de Witiza…» Esa funesta premonición nos trajo el aficionado J., que venía del apartado, a los 11 aficionados que nos sentábamos en una fraternal mesa redonda, para explicarnos que la pericia exquisita de la ciencia veterinaria, de ese sanedrín colegiado que entiende como nadie de elipometrías, colorimetrías, perfiles cefálicos, eumetrías, mesomorfías o subconcavidades habían decidido poner fuera de juego a uno de los toros que envió don Santiago Domecq a Madrid. La cosa tenía su miga, tras el corridón de este hierro lidiado en Madrid en San Isidro 2023 y la recién lidiada corrida de la pasada Feria de Abril en Sevilla, festejada masivamente. La cosa es, incluso, más complicada con idas y venidas de camiones que, como no nos las sabemos bien, no las dejaremos escritas. Circunscribiéndonos al toro expulsado, en el caso de que sólo hubiera sido ése, choca enormemente que el sanedrín veterinario que ha ido aprobando verdaderos despojos como los que se han ido viendo entre los días 23 y 30 de mayo, que ese órgano colegiado que ha tenido el cuajo de dar por buenos a toros como el canijo Rizoso, número 164, de Alcurrucén, el mostrenco de Rebeco, número 173, de Juan Pedro Domecq, o el birrioso Cubanoso, número 16, de El Puerto de San Lorenzo, se hayan tenido que poner exquisitos, hoy precisamente, y que ese equipo de inmensas tragaderas se haya transmutado en 24 horas en los gourmets del trapío, para descomponer una de las corridas que con más expectación se esperaban desde que se anunció el abono. Ahí estaban tan ternes don Ignacio Ramón García Gómez, don Secundino Ortuño Martínez y don Francisco Javier Horcajada García con sus batas, sus guantes, sus fonendoscopios, sus mascarillas y su microscopio examinando pormenorizadamente cada uno de los toros de Santiago Domecq hasta descubrir el garbanzo negro que bajo ningún concepto debería hollar el suelo de Las Ventas y, de paso, bajarle un poco los humos al ganadero para cuando venga a decir el año que viene que su corrida vale tanto o cuanto, que la cosa anda muy achuchada. La ciencia dijo que el toro iba fuera y eso tuvo que pasar para que pudiera lucir su palmito uno de Luis Algarra que hizo cuarto.


¿Y qué tal lo de Santiago Domecq? Pues ni mucho menos una corrida como la del año pasado, vaya eso por delante, en la que brillaron por la parte buena el tercero y el quinto y en la que el primero y el segundo dieron la peor nota. Corrida de altibajos, bien presentada, seria y con arrobas para verla tranquilamente como parte del abono, pero que no te anima a acercarte a Alcorcón o a Getafe, si es que ves anunciada allí a esta ganadería. Bien es verdad que esto de hoy no tiene apenas nada que ver con la cruz ganadera que llevamos a cuestas en los últimos días y, si llegásemos a hacer la odiosa comparación, esto de Santiago Domecq brillaría como el fluorescente de un garaje frente a lo anterior, que sería el mismo fluorescente, pero fundido.


Nuevamente se cuelga en la taquilla, esa dependencia cuya utilidad y función ignora el petimetre de Rubén Amón, que como buen producto de la era de la TV se permite pontificar de lo que ignora, el letrero de «No hay billetes», para enésimo fastidio consecutivo del pijazo cursi del Ministro Urtasun y su cojitranca teoría de la «mayoría social» (¿y eso qué es lo que es?).


Para esta tarde en la que ya termina mayo, la Inteligencia Artificial de Plaza1 decidió contratar a Uceda Leal, Alejandro Talavante (sí, otra vez Talavante) y Borja Jiménez.


Uceda es un fin de raza, de aquellos a los que se llamaba «torero de Madrid». Uceda es el último que ha gozado de esa distinción y lleva 28 años de alternativa sin que haya surgido algún otro torero que haya sido capaz de dar continuidad a esa denominación, que parece destinada a perecer con él. Se vino a la Monumental, el patio de su casa, con el más bello vestido de torear de los que llevamos vistos en la Pasarela Ventas, purísima y oro con intrincados bordados en los alamares. Su primero fue uno de los que no y con él anduvo Uceda, que ya nada tiene que demostrar, andando apuestamente, dejando algún natural para quien lo viera y una estocada marca de la casa. Su segundo fue el remiendo de Algarra, Rabicano, número 14, cinqueño, que duró lo que duró para que Uceda pudiese recrearse primeramente en un torerísimo inicio rematado con un cambio de mano y uno por alto de sabor añejo y después en algún muletazo de empaque con la derecha y en lentas trincherillas, que siempre son muy jaleadas. A éste lo mató con menor efectividad.


Hoy no se daban las «condiciones objetivas», que decía Marta Harnecker en sus catecismos del marxismo, para que Talavante cosechase otra oreja facilona de esas que le da Timi como si fueran churros. Faltaba motivación externa y deseos de triunfo de tarde grande, por lo que la cosa en principio no puntuaba como muy favorable al torero camaleónico, que ahí estaba, inasequible al desaliento, con su vestido negro y plata, dispuesto a ver qué se podía hacer con Insurrecto, número 120, serio, cinqueño y blando al que recibe con verónicas de pegolete. Talavante va cantando para sus adentros «You come and go, you come and go/Karma, karma, karma, karma, karma chameleon» hasta que las gentes se impacientan y Tala decide cortar por lo sano con un espadazo que es suficiente. Su segundo es Tejonero, número 74, también cinqueño de mucho cuerpo, poca cara y 600 kilos de parte corporal con el que nos va a traer un popurrí de sus últimas influencias, desde las poncinas de Galván hasta las trincheras de Uceda de hacía un rato, los derechazos de suerte descargada de cualquiera y el molinete que le vio el otro día a Morante. Y mientras, para sus adentros, seguía cantando «you string along, you string along/Karma, karma, karma, karma, karma chameleon», en los tendidos se alzaba un clamor contra la enésima tomadura de pelo que Talavante perpetraba, enfrentada a los que estimaban que estaban contemplando la quintaesencia del toreo rondeño, y él seguía en lo íntimo con el soniquete «I'm a man (a man) without conviction» hasta que llegó el momento de pegar una estocada atravesada, escuchar un aviso, su primer aviso en la Feria de los avisos y acabar la faena a base de verduguillo.


Borja Jiménez, nazareno y oro, se las vio primeramente con Experto, número 29, otro cinqueño al que Jiménez recibe de arriba hacia abajo, empezando con la rodilla flexionada y acabando de hinojos en un inicio muy personal que fue bastante jaleado. Continúa con la derecha firme y seguro y luego por naturales con gran convicción y enorme seguridad sobre lo que hace y por qué lo hace. La faena va progresando con buen acuerdo entre el toro y el torero hasta que el toro le desarma y ahí se produce un bache que el ánimo de Borja Jiménez trata de superar volviendo a la zurda antes de pinchar, dejar una estocada arriba y escuchar un aviso. Gran autenticidad y frescura en todo lo que ha intentado Borja Jiménez, a años luz de ese toreo decadentista de estética huera, ese «arte por el arte» que no hace tantas tardes nos ha visitado con sus medios pases y sus melindres de damisela proustiana, que a la mínima precisa de las sales. Su segundo es otra cosa, Emperador, número 44, que es nombre de pez, recibe la justa medida de los puyazos de Alberto Sandoval y llega a la muleta descompuesto y cabeceando, lo cual no arredra a Jiménez que plantea de nuevo su honesto trasteo a sabiendas del poco lucimiento que hay de recompensa al final del túnel. Le saca los pases de uno en uno y por el izquierdo el toro dice que ni uno, sin que el torero se amilane ni rehúya la pelea, bravamente planteada, hasta que decide acabar la farsa con una buena estocada que pone punto final a la corrida. Mantiene su cartel y ya estamos esperándole con la de Victorino.





ANDREW MOORE













FIN