martes, 18 de junio de 2024

El miedo político


Antonio García-Trevijano

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


En septiembre del 76 el gobierno de Suárez aprobó el plan fundacional de un Régimen para España tan delirante que ya anda por Alvise, y el presidente lo celebró con una morcilla de Roosevelt que Ónega le coló en el discurso:


–No hay que tener miedo a nada. El único miedo racional que nos debe asaltar es el miedo al miedo mismo.


Así arrancaba la Santa Transición, que carecía de originalidad, como repetía García-Trevijano: el proceso liberalizador de un régimen autoritario de poder personal acometido por un reducido grupo de personas está tipificado en el proceso de termidor, que pone fin a la dictadura de Robespierre y funda el Estado liberal del Directorio contra el miedo cerval que sentía la clase política a la participación ciudadana en la política.


La causa motriz del consenso entre los hombres de la dictadura y de la democracia, estuvo compuesta, como en España, por dos elementos pasionales: el gran miedo de los gobernantes a las libertades populares y su desnuda ambición de perpetuarse, como clase política, en el disfrute personal del poder.


Del temor a la libre competencia nace el deseo de asegurare una posición futura de poder mediante el consenso entre poderosos, que es el guardia de la circulación de las elites.


Los sentimientos implícitos en el consenso político son: el miedo a la incertidumbre de un futuro que se desea asegurar eternizando el instante con el sistema proporcional, y el miedo a la enemistad de un pasado que se quiere suprimir con un armisticio de reparto y de disfrute del presente. Y tras de esas dos preocupaciones se esconde, insidioso, el terror a la causa que las produce: la libertad política del pueblo.


Del miedo del pueblo a la Autoridad al miedo de la Autoridad al pueblo, con la toma de la Bastilla como mito fundador. El miedo, para Montesquieu factor del gobierno despótico, y para Robespierre, factor del gobierno revolucionario, deja de ser patrimonio exclusivo de los pobres y se apodera de la mentalidad de las clases dirigentes. La consigna: frenar el acceso del pueblo a los parlamentos para evitar un gobierno de los pobres. El primer tipo de seguridad constitucional contra el miedo de la izquierda al pueblo es el francés (miedo político); el segundo tipo, de los ricos contra la participación política de los pobres, es el inglés (miedo social); y el tercer tipo, un miedo económico, es el estadounidense, que hace que todos, ricos y pobres, pidan al viejo Leviatán que sea el monstruo protector de sus intereses.


El resumen de los tres miedos es la Unión Europea, una patocracia burocrática (copia perfeccionada de la que fraguó la Unión Soviética) donde “el eje Berlín-París ha sido suplantado por un eje Londres-Varsovia-Kiev dirigido desde Washington” (Todd) por un presidente con demencia senil que, camino de la Tercera Guerra Mundial y mientras los europeos votaban quién sabe qué, confundía Ucrania con Iraq.


[Martes, 11 de Junio]