Walter Lippmann
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En esa lonja federalista (¿Hamilton o Proudhon?) que es hoy el Parlamento, los diputados de color oposición canjean con los ministros del Banco Azul frases de camiseta como si fueran cajitas de gusanitos. ¡Mi gusanito por un reino!, sería el grito federalista. (“Cásese. cásese luego... y tome ese reino que se le viene a las manos de vobis, vobis”, es el consejo de Sancho a Don Quijote).
–Los votantes socialistas estarán espeluznados de ver el extraordinario parecido que hay entre Pedro Sánchez y Donald Trump –declama un tal Conde, según la Wiki nacido a la Santa Transición abrazado a Blas Piñar.
–Sánchez pasará, la monarquía constitucional perdurará –espeta, folio en mano, Cayetana Álvarez de Toledo al jurista de jornada, Bolaños, que no entiende qué le dicen, y nosotros tampoco, si se considera que en la monarquía constitucional el poder ejecutivo corresponde al rey.
Este nihilismo pepero (“necesidad de afirmar lo falso, de rendirle culto y de imponerlo como verdad”) se corresponde, por consenso, con el nihilismo sociata, que es el río del Régimen que ha arrastrado a España, una vez atomizada, a la irrelevancia mundial.
Fuera de España, sin embargo, pasan cosas, aparte la guerra, de la cual, por cierto, no se puede hablar libremente so pena de cancelación por esas caricaturas del Santo Oficio que son las Big Tech. Para otros temas de conversación, el “Telegraph” cuenta que un financiero italiano afincado en Londres y condenado por defraudar al Vaticano en una venta acusa a Bergoglio de autorizar escuchas ilegales durante la investigación de su caso. Oreja de lobo.
–Ahora, Pemán, haremos como los predicadores: echamos la cortinilla del sagrario y ya podemos decir lo que queramos –le dijo a Pemán un día Millán Astray, un fanático de D’Annunzio (“Pemán, usted que lo conoce de cerca, ¿es verdad que me parezco a Gabriel D’Annunzio?”), convencido, dice Pemán, de que los curas echaban la cortinilla del Sacramento para murmurar de la Divinidad.
¿Echa Bergoglio la cortinilla antes de ponerse a escuchar al piernas italiano que ahora lo acusa de “escuchas ilegales”?
Arrimar la oreja es un distintivo de la cultura progresista. A Garzón lo expulsaron de la carrera judicial por arrimar la suya a las conversaciones de presos con sus abogados. Obama no la despegaba del móvil de Angela Merkel, lo que llevó a sospechar que el Imperio, en vez de escuchar a sus enemigos, escucha a sus aliados, las sumisas oligarquías liberales de Europa, tan chulánganas ellas. Walter Lippmann (otro nivel del periodismo), ¡en el 29!: no importa si el derecho a gobernar es hereditario o se obtiene mediante el consentimiento; un Estado es absoluto cuando reclama el derecho a un monopolio para definir el crimen, controlar la educación, supervisar la familia, regular los hábitos y censurar las opiniones.
–No hay ninguna diferencia real en el alcance de esa reclamación entre comunistas, fascistas y demócratas.
[Viernes, 21 de Julio]