domingo, 2 de junio de 2024

Hughes. Borussia, 0-Real Madrid, 2. Quince copas tiene mi amor


@realmadrid


HUGHES

Pura Golosina Deportiva


A Pablo, por su Champions



Tontamente, y sin nada ya con qué compararlas, me vino a la cabeza la canción del Dúo Dinámico, Quince años: Quince copas tiene mi amor/ Quince copas tiene el Madrid... Deberían cantarla.


La antigüedad es lo que tiene. Salen canciones del blanco y negro el día en que Carvajal alcanza a Gento y el Madrid gana su sexta Copa en once años, que es tanto o más que la gesta fundacional de las cinco copas más la copa yeyé.


Florentino lo ha conseguido: el Madrid iguala y hasta supera por fin a su modelo, al padre; alcanza el origen y queda sensación de asombro y el inicio de un vacío...




Tiene quince copas por siete del Milan, y se ha construido una leyenda propia con el milanista Ancelotti. El Madrid saca un siglo al segundo y el único rival es un país, Inglaterra, que suma quince copas también. Es la gran rivalidad actual: la Premier, el fútbol inglés como un todo.


El resto de rivalidades están pulverizadas. Es como si todos fueran de repente el Español. La historia del fútbol europeo se ha terminado y no llega Fukuyama y los neocones del fútbol sino el nuevo Madrid convertido en suprema marca mundial y, dentro, en familia de cracks que se van eligiendo unos a otros, como un club selectísimo que va escogiendo a sus iguales.


Afortunadamente, hay otros trofeos que ayudan a poner un horizonte. Por ejemplo, el Balón de Oro y esas ambiciones individuales son las que "tirarán del carro" cuando la obsesión histórica parezca saciada.




En Wembley, por ejemplo, Vinicius conquistó el suyo. Su partido acabó siendo tan bueno como siempre y participó en los dos goles. El primero se originó en un córner forzado por él con una jugada asombrosa, quizás la jugada del año. El regate del año. Corría la banda y frenó en seco pisando la pelota con un pie, así despatarró al rival, y con el otro le hizo un caño de medio tacón. Lo hizo rapidísimo y en un espacio muy pequeño. No recuerdo cosas así a Ronaldinho a ese nivel. En lo estético es insuperable, y los números ahí están con 23 años: dos Champions con goles en las dos finales.


Crear regates en finales de Champions es otro nivel de creatividad. Vinicius dialoga con Garrinchas, su nombre está en la más alta sonoridad...




Se repartirá la final con Carvajal, que quizás fue el jugador más consistente. Rápido en defensa, atento desde el principio, e inteligente, por ejemplo, en los primeros toques con los que contribuía a superar la primera presión del Borussia. Marcó el 0-1 de cabeza en un córner, rodeado de bosque alemán, con un giro de cabeza en el primer palo. Ecos del gol de Ramos, aunque vivido ya con una intensidad menor (perdonen la herejía), casi de Copa del Rey. Carvajal igualaba a Gento. El lateral derecho daba alcance al extremo zurdo por la eterna banda de la historia del Madrid. Ese eje, en el once de todos los tiempos, es la cuerda de la que cuelga la camiseta blanca.


Un minuto al partido, aunque la crónica al uso quedaría demasiado larga. No se había hablado nada del Borussia y esa soberbia se iba a pagar. "Estuvimos un poco vagos en la primera parte", dijo Ancelotti. Era otra cosa. Fue como si el Madrid no hubiera decidido del todo qué ser, a qué jugar. Lo que intentó al principio no salió. Sólo hubo algún fugacísimo éxito con la presión arriba y el Borussia se fue imponiendo. Equipo bonito y con sentido porque es mazacote germánico en el centro (los centrales, los interiores, el nueve Fullkrug) y máxima velocidad en las bandas. Con eso le bastó para sorprender a un Madrid de medio pelo, a medio ser. Fullkrug tuvo un palo en el 23 y un poco antes se había quedado Adeyemei solo ante Courtois, que con su envergadura extendida le obligó a escorarse. Aun hubo otra situación parecida para Adeyemi. Courtois volvió a ser el de París contra el Liverpool, en los libros de historia será como si no hubiese habido lesión.


El Madrid quedaba largo con una especie de 4-3-1-2, blando en defensa y muy navegable por la banda izquierda, donde Kroos (¡Kroos!) era poca ayuda para Mendy (debo reconocer que en esos minutos me pareció un ejemplo de locura colectiva la petición de Balón de Oro para Kroos).




El partido se fue haciendo serio y luego entró miedo. O más bien se aglutinó como forma en una mitad del campo. El Borussia se fue quedando con la pelota y el Madrid con el temor. En el 29 hubo una jugada memorable: córner a favor del Madrid que se convierte en ocasión alemana en un seis contra tres, seis amarillos corriendo frenéticos.


Los pequeños problemas que tenía con la salida, el Borussia los solventó retrasando a Can.


El canguelo del Madrid se fue convirtiendo en prudencia y la prudencia en bloquebajo.


El Madrid no había jugado, sólo algunos centros y parecía buena idea convertir la final en algo personal para Vinicius. Así empezó a ser... Bloque bajo y Vinicius tampoco era tan mala cosa, pero las sensaciones al descanso eran preocupantes. Pellizco en el estómago.


Cuando el partido se reanudó, por cierto, había muchos claros en la parte central de la tribuna. Los VIPS de la UEFA persiguiendo el canapé, suponemos. Sin concesiones gástricas al partido.


Había humo en la grada alemana, humo de bengala y Vinicius se fue contra eso, como un barco a la mar cerrada o más bien como la única luz, el faro para el Madrid.


Ancelotti movilizó su genio táctico y tapó el agujero de la banda con un 4-5-1 en defensa que es la otra forma de llamar al 4-3-3 de siempre. Era lo suyo, pero también significaba que Vinicius debía estar pendiente de Ryerson. Parecía mucha claudicación pero "bloquebajizarse" era la forma de reencontrarse, lo que quizás sea una paradoja del nuevo galacticismo: reunir Balones de Oro para colgarlos del palo.


Dirán lo que quieran. Le darán la Copa a Carvajal, que la merece, y al ADN. Lo que quieran. Pero el Madrid fue saliendo de la humareda literal y figurada con una recomposición del mediocampo (Valverde makelelelizado definitivamente) y balones a Vinicius: uno largo de Rudiger, otro suyo para cuasi-remate de Carvajal, una diablura en el 62 por su banda, a la que se sumó Rodrygo abriendo el campo por la derecha y, a partir de ahí, una mejoría global del equipo, que se encontró primero en la defensa.


En el 68 llega la primera jugada larga del Madrid. Casi dos tercios del partido para llegar a ese punto. El famoso "momento del Madrid", "nuestro momento". Es verdad. Pero no llega por casualidad. Llegó tras superar el sufrimiento (con la sal azarosa de un palo), con una corrección táctica, con la humildad defensiva, con el faro Vinicius y luego, ya, como producto de todo, con el reencuentro del tono colectivo.


Mientras lo criticaban por la televisión, Bellingham se metía en el foco del partido con un par de apariciones. El Borussia para entonces había quedado simplificado y reducido a Adeyemi, jugador rápido pero muy poco misterioso. Lo quitaron para que entrara Reus, con su otra forma de ser veterano, esa pinta como de devoto del chemsex.


Llegaban los cambios en el 71 y los hacía el Borussia. Carletto aguantaba, estiraba los chicles que se echaba al coleto. Esperaba algo, algo de ese once 'agonizado' del campo.


Y llegó. En el 75. El regate antes mencionado de Vinicius. el cabezazo de Ramos de Carvajal. Y después de ese gol, una apabullante pleamar madridista por Camavinga. Un apogeo de juego que acogotó al rival, agarrado al portero. Se pudo contener lo contenible, pero no a Vinicius, que a pase de Bellingham (otra asistencia al saco) marcó el 0-2 con la zurda y chutando contra el suelo, como si fuera Ozil.


Los minutos entre el 0-1 y el 0-2, ¿nueve, diez minutos? fueron una explicación de lo que es el Madrid. Su contundencia de púgil mortífero (aunque alegre) que adivina la crisis del contrario. Pero también por contraste, porque el Borussia se descompuso con una debilidad que en el Madrid no podemos recordar (sólo, como un privilegio, quienes sean capaces aun de albergar un recuerdo de los primeros años 90).


El Madrid avasalló al rival y con el segundo gol empezaron los cambios. Se acababa el partido y un poco el fútbol. Salió Kroos, por supuesto, con su escala de abrazos (el capitán, Vinicius, Modric, Carletto, Chendo, Davide...). El Madrid tiene más protocolos ya que la Casa Real Británica y con Kroos se ha decidido una especie de canonización superior.


Entró Militao con su zancada, se fue Vinicius, estrella total justo a tiempo, antes de Mbappé; entró Lucas, con más palmarés que el Barcelona, y cuando el árbitro pitó, Carvajal se quedó un instante solo consigo mismo. Para llorar. Todos alguna vez hemos sentido que habíamos ganado las 6 copas de Europa.


Carvajal se había comido la historia. Todo lo que nos apabullaba e inspiraba, lo que idolatrábamos y queríamos honrar, lo ha conseguido.


La máquina no se para. El Madrid nos descubre que la historia quizás no sea lineal sino circular. Todo retorna y Zidane, con su extraño gusto para los pantalones, aparecía de repente por ahí con la Copa en las manos. La historia del Madrid le daba la Copa a la historia del Madrid. ¿Dónde estábamos cuando marcó su volea en Glasgow? ¿Qué soledad de transistor era ésa? ¿O pesaba más el Zidane entrenador? Sus pantalones pitillo quizás lanzaban un mensaje. Con ellos volvió al Madrid..,


Es inacabable el club. ¿Qué le estaría diciendo Butragueño a Kroos al final del partido, que el alemán miraba tan serio? La generación traumada que llevó la vela encendida del Madrid hasta este paraíso seguro que necesita un traductor para trasponer escalas, proporciones, magnitudes...


¿Y es verdad que se va Chendo? ¿Nadie pensó en hacerle un homenaje como a Kroos?


El Madrid nos enreda en recuerdos felices. Quizás esa sea la función de las Copas de Europa: fijarlos en el tiempo, apuntalarlos y que no se pierdan.



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