El mosquito de Biarritz no chupa en cualquier parte: por regla general prefiere las espaldas de las viejas, los brazos de las jóvenes y las narices de los caballeros. Deja un granito, que dura una semana, más o menos grande, según le haya gustado o no el alimento, y se guía por estas señales para volver a chupar el mismo sitio o desdeñarlo para siempre.
Wenceslao Fernández Flórez