miércoles, 16 de agosto de 2017

Franco


Franco

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    La verbena de la Paloma nos ha traído de Lugo un Don Hilarión de nombre Franco para dirigir el socialismo madrileño que dice que Madrid, si tiene que ser nación, será nación.
    
Si tiene que ser nación, nación. Si el Estado es plurinacional, que sea una nación dentro del Estado español. No debe asustarnos el nombre.
    
En esta verbena de jetas que es la política española, por cojones no va a quedar, y con una broma de Camba ("dadme un millón de pesetas y os hago de Getafe una nación") el partido de Franco, que sociológicamente es el partido heredero de la Falange, se ha montado un programa político: Madrid, pues, será nación, pero el Boletín Oficial seguirá siendo… del Estado.

    Nación de naciones será Madrid, que hasta aquí llegó el Consenso del 78 (Getafe, Pinto, Valdemoro…), y de himno, La Internacional, pero con la música de “¡Buena está la política!” de Tomás Bretón, oh, linda Susana, Casta hechicera.
    
¡Y estos majaderos son los que se burlaban de María Corral porque en el Sofidú decía “Yo es que soy muy internacional”!

    Si Dios ha muerto, todo está permitido. El Dios del español es el Estado, cuya imparable descomposición (sólo hay que ver a sus abogados, comenzando por María Soraya) permite a Franco venir a Madrid a establecer, no un bar de grelos de Betanzos en la calle de la Cruz (con una chapa de hierro para planchar oreja), sino una consultoría de Carl Schmitt, fundador de la ciencia constitucional, en la calle de Ferraz.

    Con este Franco uno podría hablar a gusto del color verde del grelo brigantino, que, al decir de mi costumbrista, no es verde claro ni verde oscuro, sino verde suculento:

    –Las viñas cubren las laderas, altas hierbas jugosas cosquillean las ubres de las vacas rollizas…
    

Ahora, ¿cómo habla uno de constitucionalismo con este Franco ante un plato de oreja?
    
La historia es un camino que discurre por los cuatro elementos, escribe Schmitt a su amigo Jünger: ahora estamos en el fuego…
    
Eso que se llama ‘nihilismo’ es la combustión…