Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En el invierno del 75, un guardia municipal, el cabo Piris, ordenó a un librero de Cáceres retirar del escaparate un cartel de la Maja Desnuda porque atentaba contra la pureza de la juventud local.
En el verano del 17, una magistrada de Zamora, la juez Mongil, ordena a un periodista de ABC retirar de la hemeroteca una Tercera porque atenta contra el buen nombre de los Iglesias, al reproducir las aventuras de retaguardia en el Madrid del 36 del abuelo Manuel.
Sísifo arrastrando su piedra ladera arriba es un pobre lúser, al lado de Hermann Tertsch (hoy él, mañana el resto) arrastrando su Tercera hemeroteca abajo.
En la hemeroteca del periódico global, pastoreado por un académico que en homenaje a Valle-Inclán escribe “clítorix” con equis, está el suelto de un orate que afirma, ay, Jesús, que “Pemán mandó a matar a 400 jornaleros”, con lo que estaríamos hablando de Pol Pot, dándose pie el orate para concluir que el autor de “El Divino Impaciente” era “un mal tipo”. Sus hijos no pueden siquiera discutirlo, pues, a juicio de los jueces, las ofensas a un muerto, no habiendo sido comunista el muerto, son del muerto, que calla, luego otorga.
Para concluir, en cambio, que Manuel Iglesias era “un buen tipo”, su hijo dice que su padre se casó por la Iglesia (¡el sacramento que libera!): encontrar un cura en el Madrid del 38 parece hazañoso, pero lo hizo, y en el Madrid del 39 fue lo primero que adujo, pasando luego a funcionario del Ministerio de la Falange, el de Trabajo, y a las tertulias de “Arriba” (aún viven tertulianos) para “luchar por las libertades”, como dice, orgulloso, su nieto Pablo, bajo la protección de los conspicuos falangistones Vázquez-Prada y don Ezequiel, el concejal del loden que iba por el Gregory’s, mientras a Pemán los mismos falangistas lo destituían de la dirección de la Academia por tibieza en los elogios a José Antonio en un discurso… y por negarse a proveer las plazas de los académicos exiliados.
Fullerías del Consenso.