martes, 1 de julio de 2014

Alemania, 2; Argelia, 1. ¿Qué quiere este deporte de nosotros, con tantas prórrogas?


La portería de los goles

Hughes
Abc

Si uno busca en los Mundiales la sensación infantil ante el gigante, hoy ha merecido la pena sentarse a ver el Alemania-Algeria. Müller y Neuer son dos jugadores de época, y transmiten lo que Matthaus y Rummenigge cuando niños.

Müller es un jugador de prórrogas. Encerrado en el falso nueve, en esa icloud, se pierde su desatado romanticismo de los espacios, sus epopeyas. Es un llegador masivo, completo. Domina todas las suertes del fútbol. Y Neuer ha sido por momentos el Kaiser de Alemania. Agigantado, jugaba como un libero, siendo el mejor centrocampista del equipo. Un portero moderno con defensas antiguos. Porque la modernidad de Alemania es él. Lo demás es un planteamiento absurdo de Löw, sin laterales, sin extremos, con la diagonal de cabestrillo de Götze y Özil. Un equipo sin bandas, sin rectas, con muñones.

Sobre lo de Löw se acaba sobreponiendo siempre la Alemania verdadera, que diría Anson. El otro día fue Klose, hoy un planteamiento mejor, con Lahm en su sitio, Khedira y Schurrle.

Yo iría más lejos. Quitaría también a Özil y me lanzaría con un nueve, Müller en banda, Schurrle y tres centrocampistas: Khedira, Schwesteiger y Kroos.



Kroos me gusta, pero no me termina de. Es una rosca concienzuda -antes de tirar, las manos en los riñones-, pero luego aparece Khedira y mete el pase perfecto por banda.

Lo bueno que tiene Alemania es que tiene dos versiones. La de Löw, que ya parece un señor que en el coche pone Modern Talking, y la natural que le sale, y menos mal, cuando se desgarra el partido.

Porque cuando ya pensábamos que el fútbol era demasiado largo, demasiados minutos, llega el Mundial 2014 y nos acostumbra a las prórrogas. ¿Qué quiere este deporte de nosotros? ¿No tenía ya bastante?

Tras ver a estos porteros, pasarse el año que viene debatiendo sobre Casillas o Diego López es un panorama tétrico. Es como las primarias del PSOE. ¡Pero siempre! ¡Todo el año!

Argelia acabó con los gemelos de corbata. Llevan la camiseta más bonita del Mundial. Ese verde árabe, más brillante, como de futbito, que daba gusto ver en las contras del equipo. Un verde distinto, argelino, puramente árabe, desconocido para nuestros aburridos verdes lorcalizados. Ese verde parecía acompañado de un grito de desierto cuando contragolpeaban. Pena que fueran malas contras, mal hechas, y gafadas por el apósito de Feghouli.

En la primera parte, llegaron a puerta, pero apareció, a la hora de la definición, la cruz del mal jugador: el centro-chut. Eso que no era ni una cosa ni la otra, aberración de empeine a ninguna parte que Kiko quería explicar técnicamente con convexidades raras de dentro-fuera.

Ah, la coloquialidad de Kiko es el no va más de la narración. “Macho, Jartible, este pavo”. Kiko exige a su lado la abolición de partículas escartinescas como “imprimió velocidad”. Falsamente escartinescas, seamos justos.

Pero qué triste es que Kiko Narváez ya pronuncie Schwesteiger mejor que yo.

Estuvo entre lo mejor del partido la mirada del seleccionador argelino cuando el gol alemán. No fue dramática. Apareció un espontáneo desinterés. Una mirada de una frescura desdeñosa que era en sí misma un prodigio de reacción.

Lo que son los entrenadores lo vemos cuando les llega el balón a la banda y la quieren controlar, ¡qué aparatosidad corporal para parar malamente la pelota! ¿Cuándo les hace caso el fútbol?

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